El Ácido Sabor De La Honestidad

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Capítulo Veintiuno


Luego de lo sucedido con Vincent, algo en mí se clizó ese día. Ese sentimiento, esa ilusión que mis infantiles sueños del primer amor, del príncipe azul, habían creado, se desvanecieron de golpe, regresándome a la realidad. La vida era así, la vida relacionada a los sentimientos del corazón era así, dura. Algunas veces podías estar en las nubes, volando como tal mariposa llena de vida, y otras veces, caías de sopetón al suelo, y todo seguía igual, todo continuaba.


Jueves tipo siete de la tarde y ya estábamos exhaustas junto a Rosie y Tim. Él nos contaba que las jornadas de invierno siempre eran así, más aún por ser un local ubicado en pleno centro de la ciudad. Aunque el sacrificio mezclado entre el frío y los malos tratos de algunos clientes, eran recompensados por las buenas propinas que recibíamos cada vez que alguna mesa se desocupaba.

-¿Qué haremos para tu cumpleaños, Angie? -preguntó Rosie cuando regresó cargando una bandeja vacía.

No le había contado nada a mi amiga de la última conversación que Vins y yo habíamos tenido, eso solo nos implicaba a nosotros, y era mejor así. El cierre era definitivo, no había vuelta atrás, así él lo había dejado claro.

-No lo sé... No tengo ánimos de nada. -Respondí mientras secaba las recién lavadas tazas y un bostezo se me escapaba.

-¡Hey, cómo que no! -Tim exclamó y me asustó al aparecer tras de mí-. Diecisiete años no se cumplen todos los días, mi queridísima Angie. -Recalcó al posar sus manos sobre mis hombros.

-Lo sé, pero..., sabes cómo son mis padres Rosie. Estarán en la casa inspeccionando quién entra y quién sale y... -le recordé, para que se le quitara de una vez las ganas de organizar algo. La verdad, era que mis ánimos no eran los mejores.

-Piénsalo bien mi hermosa Angie, tal vez, tu príncipe azul asista y sea el momento de la reconquista. -Interrumpió Tim al guiñarme un ojo y Rosie apoyó su idea.

Yo rodé los ojos y negué en silencio mientras me dirigía a la mesa donde una educada dama levantaba la mano, era mi mesa. La mujer pedía la cuenta y esperé a que me diera el dinero para pasar por caja. Vi a Tim y Rosie hablar animadamente mientras sus mesas esperaban ser atendidas. Podría apostar a que mas tarde ambos se quejarían por las malas propinas.

El día viernes Rosie insistió una y otra vez con el tema de la fiesta durante la escuela, y le dí la misma respuesta: un no, pero ella insistió mil veces más, y fue así como decidí encerrarme en la biblioteca.

Hasta que el día acabara.


Los suaves toques en la puerta de mi habitación hicieron que mi subconsciente reaccionara poco a poco, pese a mis flojos sentidos. Estaba tan cansada, los días en la cafetería habían sido realmente agotadores. Reconocí el sonido de la manilla girarse y tuve la intención de hundirme bajo las mantas.

-Abre los ojos dormilona -la voz de papá hizo que mis ojos se abrieran.

Suspiré, me senté y sonreí al ver a Thomas y mamá junto a él.

-¡Feliz cumpleaños! -dijeron los tres, acercando a mi el sencillo pastel de crema y manjar.

Cantaron la típica canción de los cumpleaños y cerré los ojos por un par de segundos. Sentía que mi cuerpo había estado funcionando en modo automático toda la semana, levantándome temprano en la mañana, asistiendo a la escuela, la biblioteca, el trabajo, las tareas y un repaso rápido de las demás asignaturas, y al otro día, volvía a comenzar. El sueño mezclado con el cansancio me habían hecho ignorar por completo que ese día era mi cumpleaños. Sonreí tontamente, me regocijaba como nunca esa exquisita sensación de ser felicitada por la familia.

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