Las consecuencias de una Noche

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Capítulo Cuarenta y Tres



—Hola Adam —saludó Tanya y yo no supe qué decir.

Estaba sorprendido.

Quité la mirada que había mantenido fija en ella cuando la oí, para luego ver a Angelina, quien había retrocedido unos cuantos pasos junto a Gabe. Su rostro lucía confundido pero como si algo presintiera. Eso mismo me recorrió el cuerpo cuando nuestras miradas se unieron por un breve instante, siendo Angelina la primera en deshacer el contacto visual. Entonces mire a Gabe, quien con su mirada y cejas alzadas me demostró lo jodido que estaba.

«Inventa algo bueno Blake».

Saqué todo de mi cabeza, intentando lucir normal. Bastado mentiroso. Suspire y volví a ver a Tanya de pies a cabeza, se veía más alta al estar sobre unos altos tacones de color rojo; vestía un corto short de mezclilla y una blusa que con suerte le cubría el ombligo. Cerré los ojos, tragué mi maldita saliva y lamenté el haberla dejado entrar.

Viernes; puto y jodido viernes.

En cuanto Angelina desapareció de mi vista después de haberme cortado esa tarde cuando fuimos pillados por Paul, golpeé el volante de mi auto tan fuerte como pude. Me había dejado. ¡Maldición! Sentía un jodido coraje.

¡Por los mil demonios!

Por primera vez había querido hacer las cosas bien con una mujer, y era ella la correcta, la indicada, estaba seguro de eso pero ella, la muy tonta, no lograba verlo. No lo valoraba.

¡Jodida tonta!

Era la chica más tonta que había conocido jamás.

Me había mostrado con ella tal cual soy;sin facetas ni caretas. Con mis pocas virtudes y mis miles de defectos.

¡A la mierda!

¡A la mierda todo!

Quería dejarme, sí claro, yo la dejaría primero.

Llegué a mi departamento y me quité de golpe la ridícula camisa escolar, dándole una buena patada a la mochila luego de tirarla al suelo. Entré al dormitorio y bajé las persianas para dejar el cuarto semi a oscuras, luego me lancé sobre la cama, frustrado y agotado. Levanté mi brazo para apoyarlo sobre mi frente, cerrando los ojos y tratando de no pensar en lo que ocurrió.

«No quiero seguir con esto».

Las palabras de Angelina no dejaban de dar vueltas en mi cabeza y negué lentamente para intentar sacarlas.

¿Y es que qué otra cosa podría hacer yo?

¿Obligarla a estar conmigo?

¿Retenerla a la fuerza a mi lado?

¡Puff!

Si ella no quería tenerme cerca, entonces así será.

Mire la hora en mi reloj de muñeca. Eran pasadas las tres de la tarde. Cerré los ojos y sin darme cuenta, me quedé dormido.

Desperté con los ojos sumamente hinchados. Hace mucho que no me pegaba una siesta tan buena. Me dí un buen baño y terminé aplicándome un cítrico perfume de Antonio Banderas cuando llegó la noche; era nuevo y olía bastante bien. Me arregle el pelo después de cepillarme bien los dientes y al terminar, fui por mi chaqueta de cuero. Pesqué sobre el arrimo junto a la puerta el juego de llaves en el que estaban ancladas tanto las del departamento como las del auto, el móvil, la billetera y salí de ahí.

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