Enfrentamiento

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Capítulo Treinta y Nueve


Abrí mis ojos con pesadez luego de haberme quedado dormida, me estire en la cama y dí un suave bostezo, y sonreí al darle una cálida caricia a Gato luego de verlo estirarse igualmente a mi lado. Observé el reloj en la muralla y alzé ambas cejas; creí que había dormido más de la cuenta pero habían pasado con suerte un par de horas. Me senté en la cama y rasque mi cabeza, recordé lo de hace unas horas y mis ojos se volvieron a aguar. Por más que lo intentaba evitar, y pensar, convencerme una y otra vez que era lo mejor, me resultaba totalmente difícil. Me quité los zapatos escolares, busqué alguna toalla en mi armario y salí del cuarto, directo al baño. Necesitaba pensar fríamente. Se suponía que la decisión la había tomado yo, ahora tenía que hacerme responsable.

Observé el espejo y me sorprendió ver a alguien con un semblante como el que narran muchos autores de los libros que he leído. Uno en el que cuentan que te desconoces a ti misma, en el que pierdes tu luz natural y una persona totalmente diferente a ti es quien está de pie, al frente. Imita tus movimientos, tus gestos, pero no tiene vida; es un reflejo que está enteramente gris.

Negué despacio y entré a la ducha, fría, esta vez. Buscando opacar todo sentimiento.

Debía ser firme.

Bajo las escaleras al salir del baño ya con la pijama puesta, son casi las cinco de la tarde y mi estómago no ha parado de rugir. Hecho un paquete de pasta al agua hirviendo y pongo el sartén en el fuego, para que caliente el aceite y así poder freír un par de salchichas. Lamentaba tanto ser tan mala para la cocina. Saco una botella de jugo del refrigerador y con plato en mano, me dirijo hasta la sala a ver televisión. En cuanto me siento, el timbre suena. Sí, por supuesto, me pongo nerviosa y mi estómago ya comienza a danzar; con la confusión si es por el hambre o porque..., muy en el fondo, temía quién fuera. Acomodo mi pijama y abro la puerta, sintiendo cierto alivio al ver a Thomas despidiéndose de los padres de uno de sus compañeros de salón.

—Llegas tarde —le dije en cuanto entró y cerré la puerta.

—La escuela está de aniversario.

Él caminó hasta la sala y yo seguí sus pasos, sonriendo al verlo lanzarse con cansancio al sofá. Lo entendía. Las semanas de aniversario escolar eran agotadoras. Actividades por doquier.

—¿Tienes hambre?

—¿Me vas a dar... fideos con salchichas? —preguntó al ver el plato que yo había dejado segundos atrás sobre la mesa de centro.

—¿Fideos con salchichas o comida de Gato... con jugo? Dime que prefieres... —Él rodó los ojos.

—Fideos con salchichas.

—Bien, cómete mi plato.

—¿Y tú?

—Me haré otro.

Fui a la cocina y sonreí al oír el sonido que provocaba el tenedor chocar contra el plato. Quizás los fideos con salchichas no eran la comida favorita de Thomas, pero probablemente, con el hambre que tenía, se terminaría comienzo todo.

Una hora más tarde, mientras Thomas y yo veíamos caricaturas, el ruido de una llave traspasar la cerradura logró distraernos.

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