Juntos Esta Vez

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Capítulo Cuarenta y Uno


Minutos después, Adam se detuvo en el estacionamiento de un local de comida rápida, apagó el motor del auto y me invitó a bajar. Yo lo hice y las mariposas en mi estómago despertaron otra vez cuando él tomó mi mano, entrelazando sus dedos. El interior del local se sentía agradable, y hasta caluroso, comparado con el exterior. Desconocidos rostros nos quedaron viendo al entrar y por un momento, más mínimo que este fuera, dude en entrar. Era la primer vez que nos estábamos mostrando así al mundo, juntos, como una pareja normal. Sentí la mano de Adam presionar un poco la mía al avanzar y me resigne en silencio al seguirlo. No podía comenzar a armar un show de inseguridad cuando recién habíamos logrado solucionar parte de nuestras diferencias. No. Definitivamente no. Estaba decidida. Esta vez haría las cosas bien.

Tomamos asiento y quince minutos después, la pizza y dos botellas de Coca-Cola individuales estaban sobre la mesa.

—Yo tampoco debí reaccionar así cariño, me comporté como un idiota —se excusó, y me estremecí por completo cuando me llamó así, con su tono varonil y maduro luego de que yo intentara disculparme por lo sucedido el día de ayer.

—De todos modos, ya no quiero andar así... —dije sin pensar al poner mi mentón sobre la palma abierta de mi mano.

—¿Así cómo? —preguntó él al alzar una de sus cejas.

Mis mejillas ardieron como dos tomates.

—A escondidas. —Reconocí pese a mi timidez.

Adam ocultó su sonrisa bajo la servilleta al simular limpiar sus labios, pero sus ojos lo delataron al achinarse.

—¿Me estás pidiendo salir? —bromeó y sonreí como una tonta.

—Maldito.

—Anda, Angelina, no seas tímida. Dí que te mueres por salir en serio con este bombón. —Guiñó un ojo con su sexy sonrisa plantada sobre sus labios.

Ambos reímos, y sí, era cierto. Me moría por salir en serio con él.

Aspire aire para darme el valor que me hacía falta para ser frontal, decidida, y cuando estaba a punto de continuar la conversación y apostar porque tomáramos un rumbo más serio, el móvil de Adam comenzó vibrar al estar sobre la mesa.

—Lo siento —dijo cuando tomó el aparato.

Adam observó la pantalla y luego lo bloqueó, poniéndolo en silencio, cosa que me extrañó. Luego bebió de su botellín de bebida y me vio. Quise preguntarle quién lo llamaba, ya que aquellos actos se habían repetido ya tres veces durante el trayecto a la pizzería.

—¿Crees que las cosas entre Gabe y Stuart se puedan arreglar? —preguntó, desviando la tensión que nuestras miradas crearon por un breve instante.

Suspire y me encogí de hombros.

—Eso espero —dije y también bebí de mi bebida.

Que el celular de Adam sonara tantas veces y él lo ignorara en cada llamada me ponía en serio ansiosa. Tenía unas ganas enormes de preguntarle quién era, qué necesitaban de él y porqué no contestaba. O simplemente quitarle el móvil de las manos y retarlo a contestar como él hizo ayer conmigo. Pero no lo hice. Esos arrebatos no iban conmigo, y por último, no quería parecer entrometida.

Una parte de mí gritaba: ¡¿por qué desconfiar de él?!

Las palabras de Gabe habían quedado tan grabadas en mi cabeza, que no me las podía sacar. Adam estaba aquí, conmigo, pese a todo comportamiento infantil e inmaduro de mí. Me había equivocado, me había arrepentido y él lo había aceptado, por eso estábamos aquí, juntos. Entonces, qué más daban esas llamadas que tanto ignoraba. Claramente debían de ser de alguien sin importancia, así que le reste la misma.

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