El Nacimiento De Una Ilusión

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~ Capítulo Uno ~


Abro mis ojos por completo una vez que logro que mi cuerpo descanse del estiramiento que había hecho sobre la cama apenas desperté. Observo el reloj que colgaba en la muralla frente a mí, adormecida; siete en punto acusaba el objeto de plástico con forma de gato.
Me siento correctamente, intentando despabilar del pesado sueño que sentía aún sobre mis párpados. Después de un buen tiempo de vacaciones, era bastante complicado tomar el ritmo a la rutina escolar. Mi atención es atraída por la campanita de Gato al entrar a mi habitación. Gato es mi mascota, y sí, es un nombre muy ingenioso u original para un gato.

Recuerdo que le pedí a papá que le hiciera una pequeña puerta en la puerta de mi habitación, para que así él pudiese salir y entrar cuántas veces se le diera la gana. Lo observo estirar sus patas para luego saltar sobre la cama y acercarse a mí, con su adorable ronroneo. Adopté a Gato en un refugio para animales, cuando él tenía apenas dos meses de vida. Se me hizo semejante al regordete gato de la televisión, Garfield, así que me cautivó al instante.

«Miau...» el suave sonido de su voz me enternece cuando frota su cabeza contra el dorso de mi mano, le sonrío y acaricio su cuello. Él alza la cabeza en cuanto siente la calidez de mi mano sobre él. Le encanta que le haga eso.

—Lo siento Gato pero debes quedarte aquí —le hablo al besar su cabeza y ponerme de pie e ir por una toalla. Iría por la acostumbrada ducha matutina.

Luego de salir del baño gracias a las insistencias de mi pequeño y poco encantador hermano Thomas, comienzo a vestirme. Observo las bien planchadas prendas escolares descansar sobre el blando colchón de mi cama, las cuales, había sacado del closet momentos atrás. Me seco rápidamente mientras enredo otra toalla sobre mi cabello, para así pausar el exceso de agua que cae sobre mi pecho y hombros. Me pongo la blanca y cuidadosamente planchada camisa del uniforme, acompañada de la corbata. La falda negra tableada y encima el blazer del mismo color. Unas calcetas nuevas de color blanco y por último, los zapatos negros. Era mi último año después de todo, tenía que lucir presentable. Me veo al espejo y comienzo a cepillar mi largo cabello mientras decido que peinado usaría para el primer día de clases, hasta que me decidí por dos trenzas bien amarradas.

Observé el reflejo frente a mí, recordando las "motivadas" palabras que mi familia siempre me regalaba.

Mamá decía: «Vamos Angie, ya estás bastante grandecita para que te sigas haciendo esas cosas en la cabeza».

Luego papá saltaba en mi defensa: «Deja que se peine como quiera. De todos modos siempre será la bebé de papi».

Y para finalizar, Thomas también añadía: «Tengo compañeras que lucen más bonitas que tú peinadas del mismo modo. Mucho más lindas».

Escucho el timbre sonar y luego a mi madre abrir rápidamente la puerta. ¡Dios! era imposible no ignorarla cuando estaba en casa, ya que sus altos tacones golpeaban a ecos por todo el suelo cerámico.

—¡Angie, es Rosie! —avisó mi madre y bajé rápidamente los escalones.

Mamá además de hacer que su presencia se notara gracias a el ruido de sus zapatos, también teníamos que aguantar el de sus gritos. Se defendía con que tenía que ser ruidosa para que el día en el que nos hiciera falta, valoráramos su presencia. Terminaba siempre con un: «manga de mal agradecidos».

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