Intentémoslo

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Capítulo Cuarenta


Adam encendió el auto y aprovechó de buscar alguna estación más animada en la radio. La discusión de hace un rato tenía los ánimos pesados en ambos muchachos, incluyendo el mío. El ambiente era tenso. Observé el exterior a través de la ventanilla polarizada, y crucé los brazos a la altura de mi busto, dándome cuenta breve minutos después de que los estaba presionando. Me avergoncé y agradecí a la vez que nadie lo haya notado.

El silencio era incómodo, y se volvió aún más cuando Gabe habló.

—Oye Raynols —volteé a ver a Gabe, mientras que Adam lo hizo por el retrovisor—.  Angelina, quiero decir... —suspiró y presionó sus labios, luego los relajó. Los abrió y los cerrar, indeciso—. Mierda, no soy bueno para esto.

Sonreí levemente.

—Solo dilo, como salga —me encogí de hombros y él asintió.

—Siento lo de hace un rato. No debí reaccionar así ni llamarte hija de puta, aunque me cagaste toda la racha que llevaba. —Sonrió sincero—. Lo siento mucho. —Supuse que esa era la manera que tenía de comportarse amable.

Asentí al voltear la vista al frente, aceptando tal vez, y solo tal vez, que Gabe Frederick no era tan animal como desde hace ya largos días lo venía creyendo. Observé de soslayo a Adam, con cuidado de no ser descubierta por él, y un enorme hormigueo estremeció cada centímetro de mi piel. Desvié la mirada hacia la ventanilla, suspirando despacio.

—Bien chicos, es el séptimo intento que hago al llamarla y no hay respuesta. No puedo hacer más. ¿Por qué mejor no me llevan a casa? De todos modos, creo que seré la última persona a la que Ro querrá ver. —Habló Gabe luego de un rato, sentado desde la solitaria parte trasera del auto.

Ya casi caía la noche y no teníamos noticias de Rosie. Me mantuve llamando constantemente a Regina para que me mantuviera al tanto, pero en casa de los Stuart tampoco había noticias de ella. Si bien, el teléfono móvil de Rosie tenía tono de espera, luego de un interminable momento, nos terminaba lanzando al buzón.

Gabe ya estaba aburrido, y Adam comenzaba a hartarse al estar dando vueltas sin sentido, como un idiota.

Y él odiaba hacer el papel de idiota.

Frenó de golpe al estacionarse abruptamente en una esquina.

—¡Joder! ¿La chica tiene alguna otra amiga aparte de ti? —preguntó Adam y yo negué—.  Esto es fastidioso.

—Y estoy cansado —agregó Gabe.

—¿Cansado de qué? Si el que va conduciendo como un imbécil sin sentido soy yo.

—¡Hey! Estuve todo el día sentado en el sofá, tengo el culo adolorido y los ojos me arden —mencionó Gabe su gran esfuerzo.

Ambos comenzaron a discutir, como si de dos críos se tratara. Adam justificaba estar con resaca, que no había dormido bien y que no era problema de él estar ahí, mientras Gabe defendía su cansancio debido al juego, y que él tampoco quería estar ahí y de todos modos lo estaba; agregando que prácticamente lo teníamos retenido, en un infantil comportamiento, diciendo que podría acusarnos por secuestro. Mientras yo intentaba pensar en dónde demonios Rosie podría haberse metido. Entonces recordé, no, Rosie no tiene más amigas aparte de mí, pero teníamos un amigo en común.

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