Ahora Mía

153 12 17
                                    

Capítulo Cincuenta y Tres

Vincent Millar

Sábado por la noche y la helada comienza a caer, humedeciendo las calles de la ciudad como pleno invierno. Las ruedas de mi auto casi derrapan sobre el pavimento al detenerme frente a la casa de ella, presiono mi mano contra el volante, al igual que mis labios al ver una de las luces de la casa aún encendida. Es tarde la verdad, lo sé, casi las cuatro de la madrugada pero ya nada de eso me importa, esta es mi última oportunidad, debo hacerlo. Es la definitiva. Aquí me la jugaré por un todo a nada. No puedo dejar inconcluso lo que acaba de pasar hace apenas un par de horas atrás. Todo está fresco, reciente y no hay nada ni nadie que nos pueda interrumpir.

Es mi momento.

Respiro profundo y toco la puerta, dos golpes firmes y fuertes y atento espero algún ruido del interior, alguna señal de ella que me indique que sigue despierta, mientras una ráfaga de adrenalina me invade el pecho. Esta noche seré claro; más claro de lo que jamás fui. Escucho el sonido de sus tacones avanzar hasta la puerta y sus ojos se abren en cuanto me ven, nuevamente, frente a ella. Trago saliva al mismo tiempo que ella también lo hace. Nos quedamos mirando por bastante tiempo, antes de que ella sea la primera en hablar.

—¿Q-qué haces aquí? —el tono de su voz es nervioso.

¿Qué hago aquí? ...lo que debí hacer hace mucho tiempo. Extiendo la puerta y me atrevo a entrar a la casa, viendo a los alrededores; todo permanece a oscuras, a excepción de la sala del comedor. Ella vuelve a cerrar la puerta, casi silenciosamente.

—No quiero seguir así, ya estoy harto de este juego.—Reclamo en cuanto ella levanta su mirada para verme. Luego la baja, suspira y me ve.

—Nos besamos. Nos acabamos de besar en esa maldita fiesta. —Menciona frustrada.

Yo pongo mis manos en mi cintura y echo la cabeza para atrás, controlando la desesperación que ella me provoca, y luego la veo.

—¿Y qué? No es la primera vez que lo hacemos.¿Qué tiene eso de malo? —Angie frunce el ceño aún más.

—¿Qué tiene eso de malo? —repite y sonríe sarcástica al negar lentamente—. Somos amigos, siempre ha sido así. Hace años. —Recalca.

—Hemos hecho cosas que los amigos no hacen—ahora el que sonríe sarcástico soy yo.  

—Por favor... —ella pide y yo niego. 

—Ya basta con esto Angie, estoy cansado. —Suspiro con pesadez—. Te amo, lo sabes hace años. ¿Qué tiene todo esto de malo? —La veo a los ojos y ella desvía su mirada al cruzarse de brazos.

—No lo sé...

Yo suspiro y me paro frente a ella, buscando su mirada.

—Sé que odias hablar de esto, y que tal vez hasta desearías que jamás hubiera pasado pero pasó y...

—Ni siquiera lo digas. —Me interrumpe, me ve directamente y me señala.

—Lo haré, porque ya es momento de tocar el tema. —Ella me ve avergonzada—. ¿Olvidaste acaso lo que pasó hace dos años...? Lo mismo que volvió a pasar hace ocho meses.

Angie suspira ampliamente.

—No y...

—Yo tampoco lo he olvidado. —Me adelanto a hablar—. Hacerte el amor a sido lo más...

—Basta Vincent, por favor. Prometiste que todo seguiría siendo igual. —La voz de Angie tiembla—. Prometiste que no volveríamos a tocar ese tema, que íbamos a olvidarlo y hacer como si nunca hubiera pasado.

Las Tontas También AprendenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora