Acorralados

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Capítulo Treinta y Siete


Viernes, último día de la semana y ya me siento agotada. Mi cuerpo con suerte logró levantarse de la cama esta mañana, y por mi cabeza no había dejado de cruzarse todo lo ocurrido. Esta semana había sido totalmente dura conmigo, comenzando con las discusiones con Adam, la noticia de Rosie y luego, otra vez, diferencias con Adam. En realidad, no tenía idea en qué terminaría todo eso, pero de algo estaba segura, debía hacerle frente.

Entré al salón de clases y para mi sorpresa, nuevamente Rosie no había asistido. Tomé asiento en mi lugar, sacando el estuche, cuadernos y libros que indicaba el horario. Apoyé el codo sobre el pupitre y el mentón sobre mi mano, mientras viajo en mi cabeza, pensando si Rosie habrá tenido noticias positivas, y todo había sido resultado de ser una falsa alarma. Golpeé mi lápiz contra las intactas hojas de mi cuaderno, que de ser lo contrario, solo esperaba que el imbécil de Gabe se hiciera cargo de su responsabilidad.

—Empezando tan pensativa la mañana —hoy decir a Vincent cuando se detuvo a mi lado.

Yo sonreí y levanté la mirada.

—Llegaste más temprano que de costumbre —añadió.

—Mi mamá tenía una reunión importante.

—Ya veo.

Él siguió su camino y se sentó en su asiento, atrás de mí. Ya no pude pensar en lo que ocurría con Rosie porque me sentía observada, esa sensación de incomodidad que se instala al sentirse analizada. Iba a voltearme e inventar cualquier tipo de conversación con Vincent, algo que quitara esta extraña timidez que me albergó. Hasta que él fue quien me llamó, alivianando lo que sentía.

—Angie, ¿crees que podamos hablar? —yo sonreí.

—Claro, dime, qué sucede.

—No aquí —dijo y volteó a ver hacia las amplias ventanas que daban con el pasillo.

Yo seguí su mirada y me encontré con el animado grupo de Adam. Todos iban riendo, incluso Gabe, mientras Rosie se había enfadado conmigo y el mundo, a él parecía no afectarle en nada.

—Juntémonos a la salida, ¿te parece?

Yo acepte.

—¿A las afueras del colegio?

Él negó mientras su mirada era atraída nuevamente por el grupo de chicos que entraba al salón. Volví a seguir su vista, la cual chocó con la dura de Adam. Desvié los ojos de inmediato, y avergonce cuando volteé a ver a Vincent, quien me observaba con el ceño ligeramente fruncido.

—Te estaré esperando en las bancas, las que están detrás de los arbustos.

El resto del alumnado comenzó a entrar al salón y a tomar sus asientos. Como si de una gran ola de ruido fueran, al ir riendo, signo de las conversaciones.

—Silencio y saquen sus cuadernos. Tenemos examen la próxima semana —indicó el maestro.

—Ahí estaré —concrete con Vincent y me senté correctamente, poniendo toda mi atención al maestro que ya comenzaba a explicar los puntos que entrarían al examen.

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