Buenas Noches Mi Amor

108 12 8
                                    

Capítulo Cincuenta y Dos



—¿Cómo te sientes? —escucho preguntar a Vincent.

—Bien, sí... —respondo y sonrío con timidez al ser consciente de lo distraída que estoy. Vincent baja la mirada.

Me pongo a jugar con la bombilla que sobresale del vaso de jugo de mango, tratando de mantener la mente ocupada. El haber vuelto a ver a Adam luego de dos semanas... me hizo sentir realmente mal; inicialmente porque creí que yo sería mucho más fuerte. Si no hubiera sido por Vincent, probablemente hubiera caído rendida ante él, sus súplicas y sus lágrimas.

—No se nota tanto —la caricia de Vincent sobre mi frente me hace alzar la vista.

—No es cierto, está bastante rojiza.

Él sonríe.

—Pero también recuerda que el doctor dijo que era normal. Poco a poco la cicatriz irá suavizando su color. Con el tiempo ya ni se notará.

Suelto un amplio suspiro y apoyo mi mejilla sobre la palma de mi mano, viendo a Vincent directamente a sus ojos. Por un momento noto el similar tono de su mirada a los ojos de Adam, y eso provoca que se me revuelve el estómago.

—Gracias por acompañarme. —Comento con vergüenza al sentir compararlos.

Él toma mi mano y me da un suave apretón.

—Si tu padre no me lo hubiera pedido, de todos modos yo lo habría sugerido. Sabía que hoy tenías el control.

Le doy una sonrisa, Vincent se ha portado muy bien con nosotros esta última semana.

—¿Puedo preguntarte algo...?

—¿Quieres preguntarme sobre lo que viste hoy? —completo al beber de mi jugo.

Él asiente.

—Llorabas por él.

Suspiro pausadamente y por un breve momento, mis ojos se humedecen.

—Lloraba por mí.—Corrijo.

Vins me queda viendo.

—Se acabó todo. Hoy, por primera vez, me dí cuenta que Adam y yo ya no podríamos volver a estar juntos. Nunca más.

—Sabes que "nunca más" es una palabra bastante grande, ¿cierto?

—Lo tengo claro. Es una palabra tan grande como el dolor que llevo aquí, en mi pecho.

Vins me mira y casi percibo la lástima en su mirada. Odio cuando me ve de ese modo.

—Lo sigues amando.

Asiento despacio.

—Y duele, duele mucho. Se siente como si me perforaran el pecho cada vez que respiro.

Él me queda viendo y acerca su silla a la mía.

—Lo vas a olvidar, será difícil... —mueve un mechón de pelo tras mi oreja—, pero lo lograrás. Sé que lo harás.

Yo asiento despacio. De verdad, espero que así sea.

—¿Y cómo está tu madre? —pregunto para cambiar el tema.

—Mi hermano quiere llevarla con él —bota un suspiro—. Cree que ella estará mejor donde vive él.

—¿Eso significa que te mudarás?

Él asiente.

Yo trago la saliva que por un momento se detiene en mi garganta. Vincent ha estado muy presente en mi recuperación, y aunque sé que se irá por la salud de su madre; un sentimiento egoísta se instala en mi pecho. Durante éste último tiempo, me he encariñado con su presencia siempre comprensiva y tan dulce.

Las Tontas También AprendenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora