Capítulo 3 - Mentores y castigos compartidos

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Canción en multimedia: The Great Divide — Rebecca Black

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Capítulo tres — Mentores y castigos compartidos

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—¿Piensa levantarse, cadete?

¿Qué película he dejado puesta?

Giro entre las mantas y estiro la mano hacia mi mesilla para alcanzar el móvil. Palpo una mesilla vacía antes de entreabrir los ojos y recordar que no estoy en mi casa. Al abrir por completo los ojos encuentro a un oficial parado junto a mi cama y al resto de chicas ya con los uniformes puestos, ordenadas.

—Perdón.

Ahora entiendo que el pitido que he escuchado antes era una alarma a la que tenía que hacer caso. En lugar de adivinar qué era he terminado durmiéndome de nuevo, claro error.

—Es mi primer día —suelto como la peor defensa de todos los tiempos. Algunas de las chicas se ríen, como para no. La humillación se hace presente como rojez en mis mejillas. ¿Cuándo he pasado de ser la persona a la que saludaban con una sonrisa y a quien querían tener como amiga para convertirme en lo opuesto?

Echo de menos el instituto.

El Oficial sigue impasible.

—Levántese, vístase, recoja y vaya a desayunar, a las ocho menos diez es la formación, esté ahí. Ah, y la inspección es a las siete y cuarto, aplíqueselo mañana.

Incapaz de saber cómo llevar que por fin alguien esté ayudándome de una forma u otra, suelto el "Gracias" más real que he pronunciado en mi vida. El Oficial no me responde, dice un par de cosas más y sale de la cabaña. El resto de mis compañeras le siguen poco después no sin antes murmurar al pasar cerca de mi litera.

Abro mi baúl, meto la llave en la coma de pelo roja que tenía en la muñeca y me meto en el baño. Una vez cambiada no sé lo que encuentro en el espejo. Apoyo ambas manos sobre el lavabo, sorprendida por la forma en la que el color del uniforme crea un efecto visual en el que mi piel se vuelve más clara, más pálida. Más enfermiza.

Me lavo la cara y recojo el pelo en una coleta. No, no es el uniforme lo que lo causa.

No me cuesta encontrar el comedor, tampoco una esquina alejada dentro de la mesa menos ocupada. Aunque desayuno rápido los cadetes se van levantando antes que yo, prácticamente me quedo sola cuando recuerdo las palabras del Oficial sobre algo de formar y salgo corriendo detrás del último cadete. Me meto en un hueco improvisado en lo que nos reúnen cerca de la bandera. No entiendo demasiado, sólo que en diez minutos ha terminado y, de nuevo, todos parecen saber adónde deben ir. Así que les sigo. Les sigo hasta encontrar las aulas y, para mi suerte, encontrar la 002 antes de que se haga demasiado tarde. Me siento orgullosa cuando consigo tomar asiento antes de que entre la profesora. Creo que es lo único que me ha salido bien desde que he llegado. Negándome a darme por vencida recuerdo todo lo que he ido averiguando para no fallar mañana.

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