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Capítulo treinta — Compartiendo saco y traumas de infancia ღ
Sentada sola en la biblioteca, me balanceo en la silla. Esto es desesperante.
Dentro del sobre había venido una ficha, algo que estaba organizado como la versión de un civil que había visto el "secuestro", en él describía el coche y daba tres letras que pertenecían a la matrícula sin centrar un orden. Después, y usando una de las páginas web que venían en la pequeña tarjeta también habida en el sobre, me vi obligada a aprender a utilizar programas que imitaban a los profesionales donde todos los datos eran falsos. Programas diseñados para adaptarse a nuestras pistas y ayudarnos. Con ello había logrado, tras dos horas, encontrar el que di por hecho que era el coche entre otros once mil que había. Después localicé al propietario a quien parecía que se lo habían robado y, desde ahí, me quedé en blanco. No sabía cómo seguir la falsa investigación.
A punto de darme por vencida, volví a revisar las páginas web que habían descrito y creado en la academia en busca de algo útil. Me sentí estúpida al verlo.
"Cámaras de vigilancia"
Me metí en la web, poniendo el usuario y contraseña que me asignaban en el trabajo para empezar a buscar al ladrón falso del maldito coche.
A la una y media de la mañana, con la hora del final vencida, lo logré. Seguí el coche con las cámaras que me costó aprender a utilizar para llegar a obtener una dirección que después metí en otra de las webs, ahí me saltó el mensaje final. El nombre asignado al sujeto y la zona donde supuestamente habían encontrado a su última víctima. Como no, el lugar estaba dentro del internado, al menos no tendría que salir para encontrarle.
Salía junto a un pequeño mapa que lo enseñaba, era la cabaña en la que guardaban algunas de las armas. Esa caseta que hay pegada al edificio principal, cerca de unos contenedores y a la que tenemos prohibido ir.
Me pongo en pie, estirándome perezosamente antes de apagar el ordenador y meter toda la información de la que había hecho uso de nuevo en el sobre. En busca de una disculpa, me dirijo a la parte de atrás de la cafetería, sabiendo que esa puerta acostumbran a dejarla abierta y colándome en el hueco que hay. Me meto en la cocina, la falta de luz y el silencio hace que mis propios pasos retumbaran como si hubiera alguien siguiéndome. Tuve que abrir un par de armarios hasta dar con la zona en la que guardan aquello que ha sobrado en el desayuno. Sé que hay un camión que pasa temprano por el centro, a las cinco y media o seis de la mañana para llenar las neveras y sustituir alimentos que caducaban con rapidez. Me hago con un par de bolsitas de galletas de chocolate y las coloco sobre el sobre que sostengo. Dejo todo como estaba antes de salir, empezando a trotar hacia la caseta.
Alcanzo a ver una luz amarillenta atravesando la parte inferior de la puerta del cobertizo, no hay ningún candado y, al colocar la mano en la manilla y poder abrir con facilidad dejo de entender por qué Blake no ha salido antes.
Entro. Únicamente hay una pequeña luz de emergencia amarillenta iluminando el lugar. La pared de la derecha está llena de armas colgadas y cerradas tras una verja además de candados que las mantienen inalcanzables. La puerta se cierra detrás de mí al dar otro paso hacia adelante y dejar de sujetarla. Reconozco a Blake, está dentro de un saco de dormir oscuro que ha colocado sobre la única colchoneta de la pequeña cabaña. Mantiene los ojos cerrados, la bolsa que le han dado con provisiones siendo usada como almohada.
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Internado Militar
Teen FictionN/A: Este fue el primer libro que escribí, tiene muchos años y lo escribí siendo una completa novata. Sigue aquí por el recuerdo y porque sé que hay muchas personas que le guardan aprecio, pero, si quieres leer algo mío, te recomendaría leer otro de...