Capítulo 1 - Internado militar.

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AVISO: Escribí esta historia en 2016 y, aunque le guardo cariño, no representa mi forma de escribir o desarrollar historias de ahora.

La mantengo porque sé que hay personas a las que esta historia les ha ayudado y porque la escribí en un momento de mi vida en el que me ayudó también a mí.

Es una de mis primeras historias y eso se nota en la calidad. Por eso, si quieres leer algo mío, te recomiendo empezar por otra de mis historias, pero, si después de leer esto sigues queriendo leer Internado Militar, te pido que tengas en cuenta el contexto.

Un abrazo ❤️

Canción en multimedia: Porcelain de Skott

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Capítulo uno Internado militar ღ

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Tengo que recordarme respirar al ver mi padre bajar del coche.

Mi padre tiene su uniforme puesto, con las insignias que marcan su valentía en el campo de batalla brillando con orgullo sobre la tela. Le veo sonreír a través del cristal. Su mirada se pierde en el edificio a pocos metros de nosotros, la centra ahí y toma una profunda bocanada de aire. Se ve como si respirar aquí fuera respirar pureza. Puede que así lo sienta, después de todo, esto es más un hogar para él que nuestra casa.

Todo en él ha cambiado desde que apareció el primer cartel con la señalización del internado. Sus manos aflojaron el agarre en el volante y pude notar cómo la tensión que había estado manteniendo desde que nos reencontramos desaparecía. Fue ahí cuando se dignó a mantener una conversación de más de dos minutos conmigo, su propia hija,

Yo, en cambio, no puedo evitar que los nervios se hagan con el poder de mi cuerpo. Me encojo en el asiento, inclinándome lo suficiente hacia adelante como para poder ver a un grupo de cadetes corriendo detrás de su instructor. Van a la par, sus pasos sincronizados en todas y cada una de las seis filas de cuatro que ellos y ellas mantienen. Están rodeando el internado. No soy capaz de mentalizarme para salir del coche, así que termino por aferrarme a la puerta del jeep de papá hasta que él da un fuerte golpe en el techo como aviso de que ya es la hora.

¿Quién me mandaría venir aquí? Mi padre confía en mí, me permitió quedarme en casa con tal de permitir un par de visitas por parte de los Bennet y llamarle cada tres días para asegurarle que todo iba bien. Podría haber terminado el instituto tranquilamente, con mis viejos compañeros y amigos. Pero no. Fui tan estúpida que le pedí que me trajera con él a este intimidante lugar. Y, cómo no, él accedió con una sonrisa cargada de orgullo hacia mí.

"Esa es mi niña", celebró cuando pronuncié las palabras que posiblemente haya llevado años deseando escuchar. "Tu niña toma decisiones estúpidas bajo presión", debí haber respondido.

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