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Capítulo veintiocho — Preguntas y desapariciones
— ¿Puedo preguntarte algo?
Blake me sacó del estado perezoso en el que estaba. La última vez que había mirado el reloj eran las cinco y media de la mañana, todavía quedando teniendo que mantenernos media hora más aquí haciendo "guardia". Lo que me llega a parecer inútil porque, además de ponernos en pie y fingir que estamos completamente despiertos cada vez que escuchamos ruidos, el resto del tiempo no hacemos mucho. Como ahora.
Tengo mi chaqueta sobre el suelo, mi cuerpo apoyado sobre esta y la cabeza sobre el estómago de Blake quien, desde hacía un buen rato, había hecho una bola su chaqueta para apoyar la cabeza sobre esta y se había tumbado boca arriba en el frío suelo. Sentía sus manos pasar por mi pelo, dejándome adormilada a los pocos segundos de haber empezado.
Incapaz de darle una respuesta completa, únicamente soy capaz de pronunciar un "ajá" que está lejos de parecerlo antes de volver a cerrar los ojos.
— Tú eres una chica.
Frunzo el ceño sin poder evitarlo—. La última vez que lo comprobé, sí.
— No me refería a eso, es solo que... —La mano que él estaba pasando por mi pelo paró de acariciarlo por un segundo, haciéndome rechistar y a él reír antes de seguir con el suave movimiento—. Como chica, ¿qué es lo que os gusta a vosotras? Cuando alguien va a pediros salir, quiero decir.
Siento cómo mi estómago se revuelve por completo. Probablemente él sólo tiene un nombre en su mente en estos momentos. "Amanda". Y eso me duele en lo más profundo de mi ser.
— Al contrario de lo que pareces creer —espeto con molestia—, no a todas las chicas nos gusta lo mismo.
— Lo sé, pero pon algún ejemplo.
No quiero ponerlo, no sabiendo que es para ella. Aun así, sólo una súplica más, me hace ceder. Al menos no estoy mirándole cuando lo digo, pudiendo refugiarme en una esquina lejana de mi mente al decirlo.
— Es probable más probable que aciertes con una chica si le pides salir con flores, bombones o alguna de esas cursilerías —Yo misma soy capaz de distinguir la molestia en mi tono de voz, el desagrado por lo que acabo de decir. Él también lo hace.
— Supongo que ese no es tu caso —adivina.
— Supones bien.
— Entonces, ¿tú qué clase de chica eres?
Me muerdo el labio sin poder evitarlo—. Soy una que saldría corriendo si un chico le pidiera salir con flores, música o, en general, delante de mucha gente. Prefiero la intimidad para esas cosas, llámame rara.
Blake enreda uno de mis mechones de pelo entre sus dedos, jugando con él.
— ¿Y qué más?
— Siempre me ha gustado que me regalen algo cuando empiezo a salir con un chico. No quiero sonar materialista, pero me parece bonito que mi pareja me dé un colgante o pulsera que pueda llevar siempre y que me recuerde al primer día. Me da igual si está hecho con hilo o si se lo ha encontrado tirado en la calle, pero es el hecho de tener algo desde el inicio.
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Internado Militar
Teen FictionN/A: Este fue el primer libro que escribí, tiene muchos años y lo escribí siendo una completa novata. Sigue aquí por el recuerdo y porque sé que hay muchas personas que le guardan aprecio, pero, si quieres leer algo mío, te recomendaría leer otro de...