Capítulo 44 - Aaron

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Canción en multimedia: Waiting — Aquilo



Capítulo cuarenta y cuatro — Aaron



— ¿Lista?

Zeke Graham, mi mentor por los próximos nueve días, se cuelga mi mochila en el hombro nada más ponerse en pie en el autobús. Él ha esperado a que el resto de cadetes salieran para hacerlo. Todavía estoy nerviosa cuando me levanto.

Trasteo con la pulsera que Zeke ha traído, esa que Aaron le ha "obligado a traer". La miro y sonrío. Es nuestra tradición. Cada vez que nos encontramos desde que tengo memoria, uno de los dos lleva la pulsera, esa simple cadena plateada con un candado y barco diminutos en distintas partes de ella. Quien la lleve tiene que dársela al otro en el momento en el que se vean si vamos a estar juntos más de dos días. Es nuestra forma de forzar las visitas, de no olvidar que estaremos siempre ahí para el otro.

— Es duro, pero no está tan mal —promete. Él llegó con el uniforme ya puesto, al igual que el resto de cadetes de las distintas academias, cada uno con su respectivo uniforme al aparecer en el internado. Ellos tenían una lista con tres nombres por persona, distintas opciones en caso de que una les fallara. No tuvo más que enseñarme la pulsera para que yo supiera que era él a quien Aaron logró enviar.

Kenner había estado conmigo cuando apareció, Johnson también. Ellos fueron a los que terminé abrazando a modo de despedida antes de ir a por mi mochila. Landon no fue difícil de encontrar, en el aparcamiento, justo junto al autobús a sabiendas de que yo me iba a ir sí o sí. Él logró que uno de nuestros instructores nos llamara la atención cuando me levantó en brazos como su fuera un secuestro y terminé riendo con fuerza.

"Dar ejemplo" podía jurar que el instructor quería gritarnos.

Landon me bajó entonces, deseándome suerte y pidiéndome que no hiciera ninguna estupidez antes de dejarme ir. A Blake a duras penas le vi. Desde que hablamos el sábado no hemos vuelto a cruzar más de pocas palabras. Fue una cena silenciosa la de ese día, cortos comentarios por aquí y por allá.

El domingo fui yo quien se quedó en el internado, evitando ir a la ciudad con ellos para que Blake pudiera recuperar algo de tiempo con sus amigos. Él necesitaba eso más que yo. Pude verle, la noche del domingo, dando vueltas entre el lago y las cabañas de las chicas. No creo que él pudiera verme con la poca luz que había, sentada en uno de los escalones y escondida de la lámpara que alumbraba el exterior. Esa noche me costó dormir. Me había quedado hasta tarde fuera, aguantando hasta que el frío fue demasiado, la sudadera que Blake me prestó en uno de nuestros entrenamientos sobre mi cuerpo y mis ojos sin poder apartarse de ese chico que llegaba a quedar a bastante distancia. Me pregunté si él también llegó a la conclusión de que, de seguir juntos, probablemente yo hubiera terminado en su cabaña para estar con él antes de tener que irnos ambos al día siguiente. Una charla larga de por medio.

Finalmente se fue, poco antes de que yo entrara a mi cabaña. Cerca de las once.

— Tu primo va a ahogarme mientras duermo si no vamos yendo.

Ese comentario me devuelve a la realidad. Sigo los pasos de Zeke hasta el exterior, despidiéndome del conductor del autobús con un rápido "adiós" como acostumbro a hacer. La academia me intimida nada más pisar el suelo.

Aunque no han preparado nada especial para nuestra llegada, el simple hecho de ver el amplio edificio y los alrededores ya me hace temblar. Hay un avión, antiguo y fuera de uso, en el centro del aparcamiento. Expuesto como una perfecta escultura, su obra de arte personal.

Internado MilitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora