Capítulo 52.2 - Consecuencias de la presión

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Canción en multimedia: Issues —Julie Michaels


Capítulo cincuenta y dos (Parte II) — Consecuencias de la presión (Pov Alisson)


Cuando tienes miedo aumenta tu respiración, el cuerpo se prepara para huir de esa situación y la adrenalina logra que el corazón lata con una velocidad mayor. En este momento, mis manos están sudorosas, cerrándose sobre la bolsa que cuelga de mi hombro con tanta fuerza que siento la tira raspando mi piel. Sintiendo la culpa que mi mente me grita que merezco, agacho la cabeza.

La pregunta de Landon todavía resuena en mi cabeza, repitiéndose cada vez de forma más brusca que en la anterior. Sé que hay algo mal en mi forma de ver las cosas por cómo el recuerdo se va tergiversando hasta hacerme creer que había auténtica molestia en su voz. Queja.

—Yo... Te busqué en internet —busco defender—, llegué al Facebook de tu madre, vi lo de Taylor y... no sé —Termino por negar. Quería asegurarme de que Landon no pasara por nada de esto solo, pero Blake está aquí, no le ha dejado solo. Quiero salir de aquí, de cualquier lugar realmente. Es como si lo único que sintiera como correcto ahora fuera echar a correr y no volver. Pero antes de eso necesitaba saber que Landon no se ha hundido. Entiendo la situación por la que está pasando y es todo menos sencilla—. No debería haber venido, lo siento.

Me siento tan ahogada en todo esto que doy un rápido paso hacia atrás. Las miradas de los chicos son suficiente para hacerme retroceder, encuentro acusación en ellas. He dejado de distinguir si es real o mi cabeza sigue jugando conmigo. Pero me llaman. Y su voz no refleja el sentimiento que yo había creído ver en ellos.

Entonces Landon me alcanza, se levanta de la silla y termina por levantarme del suelo al tomarme entre sus brazos. Le devuelvo el abrazo con la misma fuerza. No tenemos que pronunciar palabra alguna para saber lo mucho que el otro necesita ese abrazo. Casi quiero reír por la situación, dos personas que se están rompiendo por dentro sirviendo de apoyo para la otra.

—Siento no haber estado aquí antes —murmuro pasados unos segundos. Landon intensifica el agarre—, pero han pasado muchas cosas y...

—Lo sé —me interrumpe—. Me he enterado de todo.

—¿De todo?

—Sí.

—¿Podrías concret...

El golpe de la puerta me sobresalta, interrumpiendo mi frase. Suelto a Landon, mirando sobre mi hombro para encontrarme con una habitación donde ahora queda una persona menos. El rubio maldice entre dientes y alterna la mirada entre su hermana y la puerta. Blake acaba de irse, dejando que un nudo se formara en la boca de mi estómago. He tenido mucho tiempo para pensar, para pensar sobre otras cosas que me evitaron centrarme en el juicio de Joseph y la muerte de Alice, Blake entre ellas. Hay tantas cosas que le quiero decir que su forma de irse no hace más que frustrarme.

—¿Qué ha sido eso?

Landon frunce el ceño ante mi pregunta, vuelve a dejarse caer sobre la silla en la que estaba antes y pasa el pulgar por su frente como si eso fuera a borrar las arrugas que se han creado ahí. Busco el entendimiento en la respuesta que él pueda darme, pero sólo se inclina hacia adelante en la silla y alcanza la mano de su hermana.

—Una rabieta.

Ocupo la silla que hay al otro lado de la cama de Taylor. Se me encoje el estómago de sólo notar la situación. La hermana de Landon es pálida, más ahora. En sus brazos destacan hematomas que no dudo serán producto de la enfermedad, su cuerpo se ha ido debilitando. Veo la sombra de mi madre en ella. Tumbada en la camilla, con cables que ahora sobresalen desde el brazo de la pequeña. Mi cabeza vuelve a jugármela, marca la palidez de Taylor como punto de partida, diseña trazos que atraviesas sus facciones y las distorsionan hasta crear mi mayor temor. Algo en mi interior me obliga a centrarse en sus ojeras ahora más notorias, la falta de color de su piel ha hecho que destaquen. Luego está su piel, tersa por la edad que me trae de vuelta de la imagen de Alice cuando el tratamiento logró el mismo efecto en ella. "Es como un antiarrugas", bromeó ella al principio. Luego ese rasgo se convirtió en un doloroso recordatorio. Todavía puedo diferenciarlas, pero saber que no es mi madre la que está tumbada en esa camilla no cambia las cosas, no apaga el dolor que está volviendo a esparcirse a través de mi cuerpo. Necesito acercarme a la silla que queda al otro lado de la camilla para no caer.

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