Capítulo 33 - "Yo no quería que te fueras"

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Capítulo treinta y tres - "Yo no quería que te fueras"


Paso las horas dándole vueltas a las palabras de mi primo en la cabeza. A la hora de cenar, he estado a punto de ir al comedor solo para asegurarme de que Blake y Landon estuvieran bien, pero cuando he querido darme cuenta las chicas de mi cabaña ya estaban volviendo y la hora de la cena terminando.

Todavía sentada sobre las mantas de mi cama, abrazo mis rodillas. El pelo cae en cascada sobre la tela del pantalón del pijama que cubre mis piernas. El tono azulado se ha vuelto más oscuro desde que han apagado las luces. Aun así, sigo sin poder dormir. Siento el cansancio pero por mucho que me mantenga con los ojos cerrados el sueño no llega, y sé por qué. Tengo ese nudo en la garganta y estómago causado por la ansiedad que el tema de la tutela ha creado. Dejar ir también a mi padre es doloroso, perder a mi madre fue difícil, que él me eche de su vida lo destroza por completo.

Vine aquí sólo para estar con él. No me gusta esto, no quiero esto. Lo hago por él. He terminado agotada, dañada y humillada por mantenerme cerca. Sin él, no hay nada que me ate aquí, no que realmente lo haga. Echaría de menos a los amigos que he logrado, sí, pero irme no implicaría una pérdida de contacto. He logrado encajar aquí sacrificando más de lo que creía y quería. Empezando por las clases de teatro, los amigos que ya tenía, el contacto cortado con ellos y mi salud mental con el tema de mi padre e instructores. Asistir a clases es un martirio, antes era cómodo. En mi antiguo instituto conocía a la gente, prácticamente podía entablar una conversación con cualquier persona de mi curso o uno inferior con el que me cruzara. Los profesores eran atentos y preocupados por sus alumnos. Aquello era como una gran y extraña familia, esto se parece más a un correccional. Ni siquiera la clase de arte ha logrado arrancarme del lugar el tiempo suficiente. Aferrarme a la idea de que estoy encajando y que esto está bien sólo lo empeora todo. Soy como un ladrillo mal puesto en un espacio que pronto van a sellar.

Mis ojos se desvían hacia el reloj de pared que la luz de emergencia rojiza ilumina cerca del baño. Casi las cuatro de la mañana. Apoyo la barbilla sobre mis rodillas, me aparto el pelo de la cara con una mano y aparto las mantas de mi cuerpo. Lo que voy a hacer es egoísta por mi parte, lo sé y aun así voy a hacerlo. El frío del suelo lleva a un escalofrío a recorrer mi cuerpo nada más la planta de mis pies lo rozan. Coloco las mantas por encima del colchón y, a paso lento como si eso fuera a hacer menos ruido, me agacho frente a mi baúl. Me pongo una sudadera cerrada gris con el número de jugador y apellido de Andrew en un brillante tono rojizo sobre la espalda. Aun no siendo suya es grande para mí, las tallas nunca fueron su fuerte. Esta borra el frío que estaba sintiendo en los brazos y cae hasta la mitad de mis muslos. Me pongo un par limpio de calcetines y tomo las zapatillas naranja fosforito por su comodidad y poco ruido que hacen al andar.

Cuando una de mis compañeras gira en su cama y el sonido de las mantas acomodándose hace eco en la silenciosa cabaña, me paralizo por un segundo, mi corazón latiendo con fuerza y sintiéndose mis pensamientos como algo prohibido. Quizás lo estuviera, probablemente salir de mi cabaña de madrugarme y colarme en la de los chicos estuviera rompiendo más leyes del internado de las que puedo recordar. Puede que, de importarme no ser expulsada, eso me hubiera llegado a preocupar. No siendo el caso, termino por buscar dentro de la mochila que todavía tengo desde mi sábado secuestrado la linterna. Saqué las bolsas de comida, pero me dijeron que mantuviera el resto, esa linterna y las llaves de mi moto que ahora están bien guardadas. Mi moto. Joseph se tomó muchas molestias para traerla, lo sé, como sé que lo hizo por mí, un gesto que choca con su comportamiento actual. No tiene lógica y, de tenerla, yo no puedo vérsela.

Internado MilitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora