Lali permanecía callada, pero estaba que echaba humo en el asiento de atrás. Sheila sabía muy bien que Peter no había pretendido citarse con ella para ir a la inauguración. Pero Sheila había dejado muy claro que tenía intención de intentar conquistarlo, y eso estaba haciendo.
Peter detuvo el coche delante de la casa, pero no siguió a Sheila por el camino de entrada. Se apeó y se asomó al asiento de atrás, mirando a Lali.
Vamos.
—Prefiero esperarte aquí. Creo que quiere darte un beso de buenas noches.
Él meneó la cabeza, con una leve sonrisa en los labios.
—Lali, seguro que has visto muchas películas de terror. El chico deja a la chica sola en el coche y... bueno, ya sabes lo que viene después. No pienso dejarte aquí. Ven conmigo.
—No corro ningún peligro.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo percibiría.
Peter meneó la cabeza, repentinamente serio.
—Creo que esa es mi mayor paranoia en todo este asunto. Temo que no percibas nada cuando seas tú quien corra peligro. Además...
— ¿Qué?
—Puede que tú no estés en peligro, pero yo sí.
—¿Peligro de quién?
— De Sheila — respondió él tajantemente —. Baja. Acompáñame.
— Sheila es muy mona.
—Sí que lo es. ¡Vamos, Lali, baja! —Peter titubeó—. ¿Por favor?
Con un hondo suspiro, ella obedeció. Acompañaron a Sheila hasta la casa, donde Peter le explicó amablemente que no podría llevarla a la inauguración como acompañante, porque tendría que ayudar a su padre. Sheila prometió ir, de todas formas.
Después de dejar a Sheila, fueron a la casa de Nicolas. Lali se disponía a bromear acerca de Sheila y del modo en que él se había zafado de la cita, pero Peter se revolvió como un Doberman.
—Lali, hablo muy en serio, y vas a escucharme y a prestar atención. La noticia ha saltado. Y cundirá el pánico. La mitad de las mujeres de Miami irán a comprar pistolas mañana mismo. Solo espero que nadie se lastime accidentalmente. Pero debo insistir, Lali... nunca vuelvas a irte sin avisarme antes. Hoy he hecho el ridículo y es posible que hayas estado expuesta a un grave peligro.
—Está bien,Peter, a partir de ahora no haré nada sin tu permiso —respondió ella sarcásticamente.
—Bien —dijo él ignorando el sarcasmo—. Buenas noches.
—Buenas noches.
Lali se giró y caminó por el pasillo, en dirección a su cuarto.
— ¡Lali! —la llamó Peter.
— ¿Qué? — ella se dio media vuelta.
—¿Te has dado cuenta de una cosa?
—¿De qué?
Peter titubeó.
—Bueno, he estado ausente mucho tiempo, pero...
—Bueno, normalmente VICO te pide ayuda no tanto porque puedas ver desde el punto de vista de las víctimas, sino porque... —vaciló al ver que ella fruncía el
ceño—. A veces también puedes ver al asesino. Pero en esta ocasión ni siquiera has podido atisbarlo. ¿Qué crees que significa eso?
Ella meneó la cabeza, tragando saliva, porque Peter tenía razón.
—No lo sé —contestó al fin—. ¿Y tú?
Él hizo un gesto negativo.
—No, pero resulta curioso. Y aterrador —añadió suavemente.
—Estoy bien —aseguró Lali.
Peter asintió.
— Sí, estarás bien. Buenas noches, Lali.
Esta vez, fue él quien se dio media vuelta y se dirigió a su dormitorio. Ella oyó cómo abría la puerta...
Y la cerraba.
Se mordisqueó levemente el labio, y luego se volvió y recorrió la distancia que había hasta su cuarto. Parecía un trecho muy largo.
Lleno de sombras.