Capitulo 32

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Qué? —ella se quedó mirándolo. Dios, se sentía tentada. Era tan guapo...
—Daría diez años de mi vida solo por verte desnuda —susurré él.
Ella se dijo que simplemente estaba bromeando, tratando de confortarla. Pero entonces lo miró, y supo que no era ninguna broma.
—Me muero por tocarte, por... —le acercó los labios a la oreja y le susurré unas cuantas palabras describiéndole con explícita simplicidad lo que deseaba hacerle. —¡No estaría bien! —susurré ella.
—¿Por qué no?
Ella meneé la cabeza.
Debería haberse sentido horrorizada. Haberle dado una bofeteada y haberse alejado de él.
Pero se sentía tan tentada. Y sus palabras eran un bálsamo para su ego herido y, al mismo tiempo, excitantes.
¿Excitantes como una... fantasía?, se preguntó. ¿O podía ser la realidad?
No estaba segura.
—No... no puedo... —susurró.
—No estás preparada. Y no crees que te amo. Que necesito y ansío que tú me ames a cambio. No me tomas en serio. No puedes imaginar cuanto querré a tus hijos, lo bueno que sería con vosotros.
—Yo...
—Necesitas tiempo. Esperaré. Él se levantó y se alejó.
Era un hombre magnífico. Tan encantador. Tan guapo. Las mujeres revoloteaban a su alrededor...
Rocio se abrazó las rodillas. Llevaba mucho tiempo casada. No había conocido a ningún otro hombre y tenía miedo. Sin duda, por muy enfadada que estuviera con él, amaba a Nico.
¿Verdad?
¿O simplemente se había convertido en un hábito en su vida?
Agachó la cabeza, sintiéndose mareada. Demasiadas piñas coladas. Debería ser feliz. Sobre el papel, su vida era perfecta. Gozaban de una buena situación financiera, tenían tres hijos fuertes, sanos y hermosos. ¿Qué clase de horrible mujer era, para sentirse tan desgraciada?
No lo sabía.
Sencillamente, no lo sabía...
Cande salió al patio. Los invitados empezaban a marcharse. La noche empezaba a tornarse tranquila.
Cande rodeó la piscina y se acercó al muelle para contemplar el agua. La noche era preciosa. Se sentía maravillosamente bien.
De repente, unos brazos la rodearon. Ella quiso gritar, sobresaltada, pero una mano le cubrió rápidamente la boca y una voz ronca le susurré:
— Cande...
Cande notó que el corazón le latía furiosamente.
La mano se retiró de su boca; los brazos aflojaron su tenaza.
Ella se giró y besó a su nuevo amante. El beso fue haciéndose más profundo. Las manos de él se cerraron sobre sus senos. Las lenguas de ambos se encontraron y se enredaron. Finalmente, Cande retrocedió, jadeando con suavidad.
— ¡ Aquí no, ahora no! — susurré sin resuello.
Su amante suspiré.
—No sé por qué no podemos...

Enséñame a Amar! Laliter❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora