Así fue. En el sueño, iba conduciendo. Esta vez estaba segura de ser ella, y conducía a toda velocidad, casi temerariamente.
Circulaba por la carretera de Tamiami. En la zona había multitud de carreteras secundarias y caminos que se adentraban en los pantanos, desembocando algunos de ellos en las viejas cabañas que permanecían ocultas entre los montecillos cubiertos de pinos. Conducía aterrorizada, tratando de llegar a algún sitio. Un sitio que conocía. De otra vida, pensó, o quizá de otra época en que era más joven. Sabía que no debía ir, pero no podía volverse atrás.
Tenía que llegar a... ese sitio. Era muy parecido a cuando salió de su dormitorio y comprendió que tenía que llegar hasta su madre. Tenía que moverse, moverse rápidamente, porque si no...
Oh, Dios, si no...
Otra persona moriría. Otra persona a la que amaba. Oh, Dios, tenía que pisar el acelerador, pisarlo a fondo, seguir adelante...
—Lali. Chist, Lali, no pasa nada...
Peter estaba allí. Se había metido en la cama, con ella, y la acunaba entre sus brazos.
—Estoy aquí. Todo va bien.
Ella se estremeció violentamente. Peter la atrajo hacia sí.
—¿Con qué has soñado esta vez?
—Otra vez iba conduciendo. Por la carretera de Tamianii. Tenía que llegar a ese sitio deprisa porque, de lo contrario, ocurriría algo espantoso. Intentaba llegar hasta... una de las cabañas ¿Te acuerdas de las cabañas, Peter? Tanto Mariano como mi padre tenían una. Los hombres solían ir allí a cazar, pero en realidad se dedicaban emborracharse y a disparar a latas de cerveza
Tu padre debió de llevarte alguna vez.
— Sí. Solían emborracharse tanto, que era un milagro que las balas solo alcanzasen a las latas de cerveza.
Ella sonrió. Luego hundió el rostro entre sus manos, gimiendo.
—¿Dejaré de soñar alguna vez?
— Lali — Peter le alzó el mentón suavemente para mirarla a los ojos—. Esas cabañas fueron derribadas hace años. El mundo ha cambiado. Los ecologistas odian a los tipos que disparan a las latas de cerveza.
Ella sonrió a medias, y Peter le acarició la mejilla con los nudillos. La apreté contra sí, disipando con su calor el frío del miedo. Peter solo llevaba puesta una bata. La tentación se impuso. Lali le deslizó los dedos por el pecho, descendiendo. Cerró la mano en torno a su erección y empezó a masturbarlo al tiempo que acercaba los labios a los suyos. Pero él se retiró bruscamente.
—La puerta —dijo con un susurro.
Alegra estaba en la puerta del dormitorio, frotándose somnolientamente los ojos.
— Mami, estabas gritando otra vez.
Lali se separó instintivamente de Peter. Cerrándose la bata, él se levantó, caminó hasta la puerta y revolvió el cabello de la pequeña.
—Bien, ya estás tú aquí. Ve a acostarte con mamá.
—Puedes quedarte —dijo Alegre educadamente.
—Creo que me daré una ducha —dijo Peter mirando a Lali de reojo—. Vosotras dormid, chicas. Mañana será un gran día. La inauguración de la galería de mi padre.
Sintiéndose culpable, Lali acogió a Alegra entre sus brazos.
E intentó dormir.