Lali meneó la cabeza.
—No. A no ser que... Por favor, dime que no ha habido ningún niño involucrado en alguno de esos asesinatos.
Él hizo un gesto negativo.
—No. Ningún niño.
—Peter, tengo la sensación de que puedo ayudar en este caso. Cada vez percibo más cosas.
—Y yo cada vez estoy más convencido de que corres peligro. Además, estás sufriendo. Sufres por cada pobre mujer asesinada, y eso te pasará factura al final.
—Los médicos y los policías aprenden a convivir con el dolor. Yo también puedo hacerlo.
Debo seguir colaborando en esto. ¡Es preciso!
— Maldita sea, Lali, solo si prometes hacerme caso.
— ¿Ah, sí? ¿Quién te ha nombrado jefe?
—El FBI.
—Bueno, pues no te han convertido en jefe de mi vida.
— ¿Mamá?
Ambos se giraron. Alegra estaba en la puerta del dormitorio, con el pulgar en la boca.
A Lali la embargó un sentimiento de culpabilidad.
— ¡Hola, cielo, entra! —dijo separándose de Peter, que se había sentado en la cama.
—Hola, muñeca —dijo él levantándose. Se arrodilló delante de la pequeña—. Tu mamá estaba teniendo una pesadilla.
— ¿Estabas durmiendo aquí? — le preguntó Alegra.
—Estoy en el cuarto de huéspedes, al final del pasillo.
—No, estás aquí.
—Bueno, estaba durmiendo en el cuarto de huéspedes, y tu madre tuvo una pesadilla.
Alegra miró a Lali de reojo, luego asintió con gravedad y miró de nuevo a Peter. —Tiene muchos sueños horribles.
— Gracias, cielo — murmuró Lali. Alegra seguía observando a Peter.
—¿Vas a casarte con mama?
— ¡Alegra! —exclamó Lali, atónita
—No pasa nada, mamá —respondió la niña—. En realidad, no es hermano tuyo. Eso le dijo Lindy a papá —añadió refiriéndose a la pareja actual de Darryl. Luego se giró hacia Peter—. Papá está preocupado porque dice que tú debías tener también una hijita, y no quiere que pienses que eres mi padre ni nada de eso. Aunque le dijo a Lindy que le caías muy bien.
Lali saltó de la cama y tomó en brazos a la pequeña.
—Ya sabes que no debes escuchar las conversaciones de los adultos, Alegra, ni repetir las cosas que dice papá.
Peter se incorporó, disimulando una sonrisa.
— Supongo que debería volver al cuarto de huéspedes.
Cuando se hubo retirado, Alegra miró a su madre y dijo:
—A mí no me importaría.
— ¿Qué es lo que no te importaría, cielo? —le preguntó Lali.
— Que papá se case con Lindy y tú te cases con Peter.
Lali sonrió, abrazando a su hija. Luego fue a acostarla.
Al día siguiente, mientras Peter, Lali y Alegra desayunaban en la cocina, sonó el teléfono.
—¿Puedo contestar yo, mami? —preguntó la niña. Al ver el gesto de aprobación de su madre, descolgó el auricular—. ¿Diga? —enseguida sonrió y miró a Lali—. Es tía Rocio. Quiere que vayamos esta tarde. Sabe que Peter está aquí, y dice que debería tomarse un respiro. Tío Nico tiene el día libre, así que ha tenido la idea de hacer una barbacoa junto a la piscina. ¿Podemos ir, mami? ¿Podemos? Lali titubeó.
— Puede que Peter tenga que trabajar, cariño.
— Si me necesitan, ya me llamarán — aseguró él.
— ¿Mamá? — insistió Alegra esperanzada.
— Muy bien. Dile que allí estaremos. Alegra así lo hizo, y luego colgó. Ya por la tarde, Lali se alegró de haber ido a casa de su hermana. Nico estaba de buen humor. Mientras cocinaba, hizo una auténtica exhibición para los niños, agitando en el aire el tenedor y realizando gestos exagerados mientras les daba la vuelta a las hamburguesas. Lali celebró ver que su hermana parecía feliz.., y enamorada de su esposo.
—Esta semana ha ido mejor, ¿eh? —le dijo Lali.
Rocio sonrió, mirando el plato que estaba enjuagando.
— Ha sido una semana estupenda. Nico se tomó un día libre y se ocupó de la casa. Estuvimos hablando.
—Bien. Sé que te quiere. Pero a veces debe de sentirse frustrado, ¿sabes? El trabajo de abogado es duro y consume mucho tiempo.
—Lo sé. Me siento tan culpable y asustada...
—¿Culpable? ¿Por qué? —inquirió Lali ceñuda—. Rocio, ¿no habrás...?
—¡No, no! No le he sido infiel ni nada de eso.
—Yo... bueno, digamos que pequé de pensamiento.
— ¡Rocio! ¿De veras has estado pensando en otro hombre? Su hermana la miró durante unos largos instantes.
— ¿Rocio?
—Yo...
— ¡Eh, cariño! —llamó Nico, entrando en la cocina. Dirigió a Lali una sonrisa mientras rodeaba a su esposa con los brazos—. Ya están listas las hamburguesas. Salid a comer.
Se divirtieron mucho en lo que quedaba de tarde. Después de comer, nadaron un rato en la piscina con los pequeños.
Lali intentó hablar de nuevo a solas con su hermana, pero solo tuvo ocasión de hacerlo cuando ya se iban, y muy brevemente.
— Rocio, si sucede algo, si estuviste a punto de liarte con otro hombre, por favor, dímelo.
Quizá pueda ayudarte.
—No seas tonta —protestó Rocio—. No... no ha habido ningún otro hombre.
—Está bien, no voy a acusarte de mentirosa — se apresuró a decir Lali, viendo que Peter y Nico se acercaban—. Pero si alguna vez necesitas ayuda, o simplemente hablar, llámame.
—Claro que sí, Lali.
—¿De veras?
—Sí. De veras.
Alegra ya estaba instalada en el asiento trasero del coche. Lali y Peter se despidieron, y ella se puso al volante, pues no sabía cuántas Guinness se había tomado Peter.
No obstante, mientras daba marcha atrás, lo miró de reojo y vio que estaba muy serio.