3. Ángel Guardián.

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Otro frío día en la última semana de Octubre y la ciudad resplandecía con sus adornos para Halloween

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Otro frío día en la última semana de Octubre y la ciudad resplandecía con sus adornos para Halloween. Bastante patético para mi gusto, pues jamás había celebrado nada más que no fuese Acción de Gracias y Navidad.

─¿Novia de Chucky, Sally o Anabelle? ─preguntó Fel mientras buscaba imágenes en Internet.

─No tengo un chuky, no tengo un Jack y mucho menos seré una muñeca diabólica ─aclaré.

─Eres más difícil que los problemas de física en secundaria ─bufó, continuando su búsqueda.

─Debo ir con mamá, ya la dejé sola bastante tiempo ─solté mientras me levantaba de su cama y tomaba mis cosas, abrigándome con exageración─. ¿Nos vemos mañana? Suerte con tu búsqueda de calabazas.

─Te encontraré el mejor traje, querida amiga. Lo prometo.

Salí en dirección a casa, pero sería uno de esos días con suerte, donde además de blanca nieve, las nubes claramente amenazaban con soltar  a cántaros todo el agua congelada que guardaban en su oscuro interior, por lo tanto, caminé a toda velocidad entre el hielo para llegar a casa lo antes posible.

─Una niña tan bonita como tú, no debería andar sola por las solitarias calles de Barrow ─Soltó un hombre detrás de mí.

Intenté ignorarlo; continué caminando sin voltear atrás.

─¿Por qué me ignoras? Eso es de muy mala educación.

Tomé aire y fuerza para continuar mi camino pues, si no me equivocaba, llegaría a un lugar concurrido al terminar la cuadra y girar.

─Bien, tú lo pediste.

Comencé a correr, apretando fuertemente mis ojos hasta que tan sólo dejé de escuchar esos escalofriantes pasos detrás de mí. Aterrada pero valiente, giré... y ya no había nada. El callejón se encontraba vacío, y me perdí entre mis pensamientos hasta que una chica golpeó levemente contra mí.

─Lo lamento tanto, venía distraída ─Se disculpó, y me pude percatar de que ya había muchas más personas a mi alrededor.

¿Me estaba volviendo loca? ¿O eran los efectos del Halloween?
Eso podría ser, tan sólo faltaban cinco días.

Di un gran suspiro y llegué a casa.

Esa misma noche, mi mente inconscientemente comenzó a recordar cómo es que había vivido los últimos meses en Alaska. Logré entender algo, y es que durante todo ese tiempo, nada malo me había sucedido. Sé que no es una ley ser asaltada o acosada por alguien, pero en mi interior, sentía que había alguien ahí afuera observando cada uno de mis movimientos. Lo que pasó esa tarde, me había hecho pensar en la extraña posibilidad de que así fuese.

***

Al día siguiente, me encontraba en los casilleros de la escuela cuando un chico se acercó a mí, golpeando el casillero de alado para obtener mi atención.

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora