Con la mirada perdida, pensaba una y otra vez en el chico antigüedades. ¿Cómo es que cambió tanto? Su físico era muy diferente, se deshizo de los lentes y los barros, dejó crecer su cabello y, al parecer, también trabajó su cuerpo. Sin embargo, eso no era lo que dominaba mi mente, sino, ¿qué clase de persona acosa a alguien de la forma en la que él lo hacía?
Estaba loco y yo sentía miedo.
Recordé un poco más, el tiempo en el que solía ir casi a diario a la tienda del señor Sanders, cinco años atrás, a leer un buen libro, clásico o no clásico. A intentar encontrar el motivo de nuestra existencia, los misterios de la vida, el significado de las cosas. Eso era para mí la tienda de antigüedades. Y Jos... él fue una pieza fundamental en ello. Con sus historias, relatándome desde el mostrador un poco de cada objeto.
Él decía que era especial porque era la única persona en 1000 km a la redonda que sabía apreciar el verdadero valor de las cosas.
Nunca fuimos tan cercanos; literalmente hablando, ni siquiera solíamos estar a menos de cinco metros de distancia, pero nos llevábamos bien y era agradable su presencia.
No entiendo cómo es que no lo pensé antes, pues él no paraba de decir que sería suya. Desde aquel entonces, no existió un sólo día en el que no se despidiera agregando su tan típico "Serás mía algún día". Supongo que para mí fue tan insignificante, que ni siquiera lo recordaba. Quizá, mi inmadurez no me permitía entender sus palabras. Es decir, yo tenía trece, él diecisiete. ¡Era enfermo!
Ahora, necesitaba una explicación. ¿Qué rayos intentaba hacer conmigo? Antes era un chico que atendía una tienda que necesitaba ventas con urgencia, pero ahora... ¿Qué era? ¿Un psicópata acosador de mujeres?
Decidí ponerme un alto. Salí de casa y comencé a dar una despejadora caminata; después de tantos recuerdos e incógnitas, lo ameritaba.
El día era tranquilo, lluvioso y frío. Llegué a un pequeño restaurante para pedir unas deliciosas papas francesas y esperé mientras jugaba con mi celular hasta que fui interrumpida por alguien, un muchacho al que no había tenido el placer de conocer antes... y esta vez, estaba segura de ello.
─Hola, ¿te molesta si tomo asiento contigo? ─cuestionó tranquilo.
Alcé la mirada y mis mejillas cobraron color al instante. No esperaba que alguien me tomase en cuenta, mucho menos un alto moreno de ojos color miel y apretadas trenzas que recogían su cabello de varios centímetros de largo.
—Cla... claro. ─Sonreí nerviosa
─Gracias. ─Sonrió alegremente y tomó asiento─. También espero mi orden.
─¿Estás solo o esperas a alguien? ─pregunté, intentando hacer plática para que el típico momento incómodo no apareciera.
─Soy nuevo en la ciudad, no conozco y tenía hambre, así que... aquí me tienes ─soltó y mostró su perfecta dentadura reluciente al sonreír de oreja a oreja.
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Eres Mía
Teen FictionLa vida que Sky tenía no está más, pues aquel que la había reclamado como suya desde que la conoció, no había quitado el dedo del renglón.