17.No dejaré que te hagan daño.

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Seguía intentando obtener red, pero mi móvil estaba completamente desamparado y, próximamente muerto; tan sólo le restaba el 2% de batería, al igual que a mí las energías para continuar

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Seguía intentando obtener red, pero mi móvil estaba completamente desamparado y, próximamente muerto; tan sólo le restaba el 2% de batería, al igual que a mí las energías para continuar.

¿Dónde estaba Jos cuando en verdad se necesitaba?

El tiempo pasó, y no puedo asegurar cuánto, pues no estaba consciente de ello. Temblaba y me sentía confundida. Quería tomar mi celular, pero ni siquiera eso podía hacer, el mover cualquier parte de mi cuerpo se había vuelto en un tarea difícil.

Una vez más, creí que mi vida llegaba a su fin.

Oso, frío y soledad.
Vaya trío con el que me había metido.

Ya no me encontraba realmente consciente. Pero pude identificar un revuelto a las afueras. Un par de luces brillaban y mi emoción quiso aparecer, el problema fue cuando intenté gritar... no podía hacerlo, tampoco moverme.

Las ganas de llorar fueron inmensas, yo estaba muriendo ahí mientras las luces se acercaban y el sonido de algunas voces murmurando se escuchaba, pero ellos no a mí.

Rogué al señor una vez más.

No quería perder la esperanza y eso era lo único que me quedaba.

Un fuerte ruido se escuchó y el frío aumentó de repente cuando alguien derribó la puerta de la pequeña cabaña en la que me encontraba.

─¡Aquí está!

Esas palabras fueron como música para mis oídos, y aunque mi estado seguramente era crítico, sentí un gran alivio.

Sentí cómo alguien me brindaba de su calor corporal mediante un abrazo, obsequiándome un grueso abrigo como el que había perdido en la batalla con el oso.

A partir de ese momento, perdí la consciencia. No supe más de mí o quien sea que se encontraba a mi lado.

***

La luz tenue de la habitación lastimó un poco mi vista. Abrí los ojos lentamente, entendiendo que algo había sucedido, pero sin tener idea de qué exactamente.

Merodeé un poco por la habitanción y lo vi allá en la esquina, de espaldas con una mano en la cintura mientras la otra sostenía el celular sobre su oído. Se encontraba en una llamada, pero pronto se percató de que yo estaba empezando a cobrar consciencia y colgó sin más, acercándose prontamente.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

—Claro... debías ser tú —solté con dificultad.

─¿Esperabas a alguien más? ─dijo él sin darle mucha importancia a mi reclamo—. ¿Cómo estás? —insistió.

—Por suerte, viva.

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