25. kidnapping.

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Decidí buscar a mi madre una vez más, como cualquier loca- desquiciada dentro de la casa y como si por arte de magia pudiera aparecer

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Decidí buscar a mi madre una vez más, como cualquier loca- desquiciada dentro de la casa y como si por arte de magia pudiera aparecer. No me daría por vencida, necesitaba encontrarla. Mi pecho perseguía una ilusión, pero también sentía una presión inhumana. Tenía miedo, miedo de que estuviese en peligro gracias a mí.

Mientras recorría el sótano, un ruido anormal retumbó en la planta alta. Mi corazón se detuvo y, con las manos temblorosas, giré sobre mis talones.

─¿Hola? ─solté, pero nadie respondió. Caminé un poco hasta tomar el viejo bate de papá, empuñándolo con fuerza─. ¿Hola?

Pasaron sólo segundos antes de que la cruda voz de un hombre se escuchase:

─Tranquila.

─¿Qui...quién eres tú? ─cuestioné con la voz temblorosa, aferrándome mas al bate, decidida a mostrar lo que había aprendido en mis clases de defensa personal.

Jamás en mi vida lo había visto, y estaba segura de que no era parte de los secuaces de Jos.

─Puedes bajar el arma blanca, muchacha. No te haré daño.

Apreté los dientes con gran fuerza, sin despegar ojo de él. Un miedo tremendo se apoderó de mí, pues a juzgar por las circunstancias, este hombre podría ser el mismísimo demonio y ni su impecable traje lo disimularía.

─Largo de mi casa ─gruñí.

Alargó una sonrisa y ladeó su cabeza hasta mirarme de una manera ridículamente tierna.

─Si ésta en algún momento fue tu casa, lamento informarte que ya no lo es más. Por lo tanto, te encuentras en propiedad privada, pequeña delincuente.

Bajé el bate por reflejo mientras mi confundido y fruncido ceño se hacía presente.

─ ¿Qué?

─Esta es mi casa ahora, y te pido de la manera más atenta, que por favor te retires.

Mi mandíbula casi cae al suelo, incrédula ante sus palabras.

¿Y mamá? ¿Qué pasó con ella?

Desconcertada, intentando no asumir lo peor, subí las escaleras para salir. Confundida y sin lograr percibir claramente la realidad. Todo era tan... extraño. Pero aquel tormento no se prolongo, puesto que, en cuestión de segundos, sentí cómo me sujetaban fuertemente, cubriendo mi boca con una tela hasta dejarme inconsciente, y yo no tuve la oportunidad de defenderme.

***

Desperté desorientada, poco a poco. Mi cabeza dolía y mi cuerpo se sentía como si hubiese sido usado como un costal de box. Abrí mis ojos de golpe cuando recordé lo último de lo que mi consciencia fue testigo, aterrada ante el paradero en el que pudiese encontrarme. Mi pecho subía y bajaba, empezando a experimentar un ataque de nervios que traté de calmar. Miré a mi alrededor y logré distinguir un húmedo y helado piso de piedra. Asustada, me incorporé a mi nueva realidad, en la que sólo predominaban dos cuestiones: ¿Dónde estaba mi madre? y ¿por qué permití que Alonso se fuera de mi lado?

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora