29.- Gajes del Oficio.

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Como mi pasatiempo favorito, decidí observar los alrededores desde el gran ventanal que estaba en medio de la misma

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Como mi pasatiempo favorito, decidí observar los alrededores desde el gran ventanal que estaba en medio de la misma. Esta vez, sólo bastaron un par de segundos para sentir cómo alguien se postraba cómodamente a mi lado, y así, ahora éramos dos deleitándonos con aquella vista preciosa.

─¿Cómo amaneciste hoy?

─¿Te respondo con la verdad?

─Cuando alguien pregunta algo, la verdad es lo que suele esperar ─soltó el pelirrojo con una pizca de desconcierto.

─Todos los días acostumbro a despertarme con la ilusión de por fin saber qué es en lo que verdaderamente Jos y todos ustedes se encuentran metidos; pero hoy es distinto. Desperté con ese sentimiento que me dice «ya basta, eso no sucederá».

La confusa mirada de Alonso se encajó sobre mí de reojo mientras yo le miraba de vuelta con ingenuidad.

─¿Qué es lo que en realidad quieres saber?

─Todo, Alonso. Las explicaciones de Jos no son suficientes. Siempre hay secretos, secretos y más secretos. ¡Estoy harta de los secretos!

─¿No has pensado alguna vez que quizá esos secretos de los que hablas, no son secretos?

El móvil de Alonso empezó a sonar, interrumpiendo nuestro momento. Al parecer, Jos requería de su presencia en calidad de urgencia... muy lejos de mí.

─Debo irme, después retomamos esta charla.

Quedé con la palabra en la boca.

El resto del día, cada hora pareció una eternidad.

─Hola, amiguito ─saludé a un pequeño loro que se encontraba al final del pasillo que nos llevaba hacia la cocina.

Su nombre era Florencio.

Pero justo en ese momento, la puerta de la entrada principal azotó fuertemente, en compañía de un gran escándalo.

─¡Norman! ─exclamó alguien, hablándole a aquel que se había quedado de guardia ese día en la cabaña.

─¡Traigan la morfina! ─escuché claramente la voz de Alonso.

¿Morfina?

Corrí hacia el lugar del que provenía semejante alboroto.

─¿Qué sucede? ─cuestioné sin aliento después de la carrera dada.

Era claro el desespero de todos ellos en su mirar, y eso significaba que algo grave había pasado. Comencé a buscar a Jos, pero no se veía por ninguna parte.

─ ¿Y Jos? —cuestioné, nadie de ellos respondió—¡¿Dónde está Jos?! ─solté aterrada.

Me acerqué rápidamente al bulto que formaban algunos de ellos, abriéndome paso a empujones, hasta que mi mirada se topó con la de Frederick, uno de los chicos.

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