11. Resto de las vacaciones.

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Es necesario admitir que el singular hecho de haber pasado la noche de año nuevo en compañía de Jos, resignificó las cosas para mí

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Es necesario admitir que el singular hecho de haber pasado la noche de año nuevo en compañía de Jos, resignificó las cosas para mí. Aún me parecía un demente, seguramente eso jamás cambiaría, pero el miedo que sentía por su presencia había disminuido. Tampoco es que me agradase y pudiéramos ser los grandes amigos, cabe aclarar. Pero podía soportar su presencia sin sentir esas inmensas ganas de aventarle una silla en la cabeza, además, algo había quedado claro para mí, y es que a pesar de las situaciones... él me respetaba. Respetaba a mi persona, a mi cuerpo. Lo cual, lo hacía particularmente extraño y diferente.

Aprendí a soportarlo, pues no sólo fue la noche de año nuevo. Sus visitas a mi hogar se prolongaron por días.

Enero 2.

─¿De nuevo tú? ─cuestioné sin muchos ánimos al abrir la puerta de mi casa y toparme con su persona.

─También me alegra inmensamente verte, vida mía ─dijo mientras se recostaba sobre el blanco marco de mi puerta, con una de sus arrogantes sonrisas.

El porte de chico malo le quedaba bien, pero yo lo detestaba.

Rodé los ojos y moví mi cuerpo para que pudiese pasar a la casa, de lo contrario, entraría por cualquier ventana así que nos ahorraba la molestia a ambos.

El sujeto había logrado ganarse el cariño, amor y respeto de mi madre en tan sólo una semana. Ella lo adoraba, y no comprendía los motivos, pero seguro tenía relación con el hecho de ver y mostrar ridícula emoción por cada uno de los capítulos de su novela turca favorita.

Jos era inteligente.

─¿Hola? ¿Señora McMahon? He venido a ver el capítulo treinta y dos con usted ─vociferó entre los pasillos de mi hogar.

Arrugué el gesto, mostré repugnancia.

─¿Jos? ¿Eres tú, cariño? ¡Bajo en seguida! ─Se escuchó la emocionada voz de mi madre.

Los marcados pasos retumbaron pronto entre la madera. Ella venía corriendo y eso me causaba un poco de envidia, es decir, no se había emocionado por mí así jamás.

─Le traje esto ─articuló con orgullo, extendiéndole una caja de mis chocolates favoritos.

La señora en pijama mostró una desmedida sonrisa en el rostro.

─Muchas gracias, estos son los favoritos de Sky.

─Lo sé ─dijo él y me miró con aquella típica sonrisa que me pedía a gritos deshacer de un golpe─. Pero probablemente ella me los hubiese aventado en la cara, y preferí dárselos a usted. Sé que los valorará más.

─Sky no haría eso ─dijo mi madre con una divertida sonrisa.

─Sky sí lo haría─agregué yo al fondo.

─Sky ─reclamó mamá avergonzada por mi irrespetuosa conducta.

Me dediqué a ignorar al dúo dinámico, tan sólo escuchando cómo ambos gritaban hacia la pantalla con desespero, emoción, incluso tristeza. Vaya par de raros, diciéndole a los personajes qué debían hacer y qué no.

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora