15. Acechando a la presa.

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Houston, tenemos un problema...
Un grandísimo problema.

Mi mente no terminaba de reproducir su voz, pronunciando esas tan repetidas dos palabras; aquellas que estaban a punto de volverme loca.

"Eres mía", "Eres mía", "Eres mía"

─¡No soy tuya! ─exclamé con fervor, levantándome de golpe mientras el frío sudor se esparcía por toda mi frente.

De nuevo, otro absurdo sueño que dejaba de ser absurdo en cuanto él se atrevía a pronunciarlo acompañado de locuras transformadas en acciones.

Miré el reloj, marcaba las 4:45 a.m. Tomando en cuenta  el insomnio y que mi alarma sonaría en una hora, decidí tomar una ducha y pensar detalladamente en lo que debía hacer; no demoré mucho en estar segura de que Kaleb recibiría una gran disculpa y una merecida explicación de mi parte, aunque aún mi incógnita era el cómo.

─Escribe una carta.

─No, Fel. Jos sabe sobre las cartas, no me puedo arriesgar.

─Díselo tú misma entonces ─sugirió, señalando con la mirada el lugar en el que aquel chico se encontraba.

Mis manos temblorosas y mis palabras atoradas a la mitad de mi garganta; vaya vergüenza que daba. Kaleb me miró, y sin pensarlo dos veces, se alejó. Mi rostro mostró tristeza instantáneamente, para segundos después, transformarse en coraje; coraje hacia Jos.

─Hablaré con él, lo prometo ─aclaró Fel cuando vio mi reacción en el momento en que la campana se escuchó─. Nos vemos en la segunda hora, nos toca historia y, además, Jetsam me espera para ir a dibujo.

─¿Ya llegó? ─cuestioné.

─Ayer por la noche ─respondió con una ligera sonrisa, y fue ahí cuando nos separamos.

«¿Acaso había dicho que nos veríamos en la segunda hora?» Bien, pues no vi a Felicia el resto del día, y tuvo falta en las dos clases que compartía conmigo. ¿Extraño? Bastante. Ella era fanática de las asistencias, y fue en ese momento cuando mi cuerpo se congeló a causa del miedo. ¿Qué tal si ese bastardo o alguno de sus perros la habían descubierto hablando con Kaleb? Rápidamente, comencé a buscar con la mirada a mis alrededores, necesitaba encontrar a uno de ellos, necesitaba estar segura de que ella estuviese a salvo.

─¿Dónde está mi amiga? ─reclamé en secreto.

─¿La pelirroja ardiente? Creo que liándose con tu novio. ─ Fruncí el ceño y exigí más información─. ¿Qué? ─cuestionó él con incredulidad.

─Dímelo.

─No sé dónde esté, te vigilo a ti, no a ella. Pero la miré salir de la escuela en compañía de tu amiguito desde muy temprano.

─Sólo asegura que no les han hecho nada ─exigí.

Él soltó una pequeña risa amargosa.

─Por supuesto que no.

Suspiré aliviada y tomé el celular para hacer una rápida llamada al número de mi amiga. A la par, frente a mí, un preocupado Jetsam se acercaba.

─¿Hola?

─¿Felicia? ─Cuestioné en cuanto escuché su voz.

─Déjame hablar con ella ─pidió Jetsam ya a mi costado.

Negué y fruncí un ceño dirigido a Felicia.

─ ¿Dónde demonios estás? ¡Me tienes preocupada! ─exclamé y obtuve una mirada matadora por parte de su amigo─. ¡Estamos preocupados por ti! ─corregí.

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora