12. De vuelta a la Realidad.

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Movía mis piernas con velocidad mientras la nieve volaba a alrededor

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Movía mis piernas con velocidad mientras la nieve volaba a alrededor. Necesitaba apresurarme o llegaría tarde a mi  primer día de clases, después de esas extrañas semanas de periodo vacacional. Ansiosa por ver a Felicia, mi rostro asomaba una inmensa sonrisa que se intensificó en cuanto la pelirroja gritó mi nombre.

─¡Skywe! ─Corrió hacia mis brazos con gran emoción y la recibí de la misma manera─. ¡No sabes cuánto te extrañé! ¡Prométeme que me llevarás con tu padre la próxima vez! ─terminó con una pequeña amenaza.

─También te extrañé, Fel.

Como todo tradicional primer día de clases, era hora de ponernos al día. Por su puesto, permití que Felicia hablara sobre todo lo que hizo en vacaciones con excesivo detalle. Necesitaba que, si fuese posible, nunca terminara. Odiaba, detestaba y me repugnaban las mentiras, en especial si salían de mi boca; ahora, gracias a Jos, debía hacer lo que más aborrecía.

─¿Y qué tal tú? He hablado durante tres clases y la mayor parte del recreo. Vamos, te toca. Dime qué es lo que sucedió por allá. ¿Hay un nuevo chico?

─¿Un nuevo chico? Eres una desquiciada amante de los hombres.

─Vamos, eres mi mejor amiga. Te conozco y presiento que hay un nuevo chico.

─Definitivamente, no. Esta vez te equivocas, bruja Felicia.

─Entonces, dime... ¿por qué no me has mencionado a Kaleb ni una sola vez? La última vez que nos vimos era el amor de tu vida.

¡Kaleb!

─¿Me envió alguna carta? ─susurré sonrientemente emocionada.

─Te mandó millones. Esperaba que lo mencionaras para decírtelo, pero creo que ya no te interesa el pobre chico.

─¡¿Estás loca?! ─exclamé en voz baja─. ¡Por supuesto que me importa! ¡Exijo que me las des ahora mismo!

─Están en mi casillero, las puse ahí esta mañana.

─Vamos, ¡ya!

─No, tranquila. Primero quiero terminar mi desayuno. 

Pero la mala suerte siempre está de mi lado. El tiempo se esfumó mientras Felicia terminaba su desayuno, y el timbre para la siguiente clase se escuchó.

─Genial, deberé esperar para mis cartas ─solté con desagrado.

─Calma tu motor, Sky. Ya esperaste dos semanas. ─Rió mientras depositaba sus desechos en el viejo contenedor de la cafetería─. ¿Qué son dos horas más? ...Nada.

Atravesábamos los abruptos pasillos de la escuela, llenos de bravucones y cientos de estudiantes que, aunque lo menos que deseaban era sentarse frente a un aburrido profesor que sólo hablaba y hablaba, probablemente de sus problemas o sus aventuras más que de historia o números, a eso mismo se dirigían.

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora