Tres días habían pasado desde que dejé de dirigirle tanto la mirada como la palabra. Por algún extraño motivo, algo me impedía confiar en él por completo, a pesar de que nuestra relación mejoró considerablemente desde que encontré su santuario; aquella maravillosa habitación llena de sus tesoros. Ahora, ni siquiera eso importaba. Yo no le hablaba, pero él tampoco lo hacía... y eso comenzaba a inquietarme. Especialmente, cuando cosas extrañas comenzaron a pasar.
─Sky, tu cena está apunto de congelarse ─dijo Alonso desde el marco de la puerta.
Sonreí divertida y le miré.
─ No seas exagerado, estoy segura de que sólo lleva un par de minutos servida.
─Anda, Jos no está. Digo, si eso es lo que te preocupa.
Solté un pequeño suspiro, y después de analizar la situación, me levanté de la cama, acompañada de una gran actitud.
─ Bien, ¿qué hay esta noche?
─Ya lo verás ─soltó con una leve sonrisa mientras ambos caminábamos por los pasillos de la cabaña en dirección a la cocina.
Alonso me hizo compañía durante varios minutos, hasta que otro de los perros se acercó y pidió su ayuda. Ambos desaparecieron, así que decidí husmear en las redes sociales mientras terminaba mis suculentos hotcakes.
Un ruido extraño se escuchó por la ventana; con el ceño fruncido, me acerqué e intenté ver de dónde provenía, pero fue difícil ya que el frío no lo permitía. Tragué saliva y decidí alejarme, quizá sólo había sido un pobre animal sin suerte.
Caminaba por la cabaña mientras jugaba con una de las aplicaciones de mi móvil, cuando un grupo de perros, y el perro mayor, entraron por la puerta principal. Mi mirada se dirigió hacia ellos, quise mostrar mi tan acostumbrado rostro lleno de furia en contra de Jos, pero me fue imposible al ver el estado en el que se encontraba. Rápidamente, mi pecho se oprimió, y una gran preocupación se apoderó de mí. Corrí hasta ellos, y una vez frente a él, hice que se detuvieran.
─¿Qué sucedió? ─pregunté con el alma en un hilo.
Al parecer, Alonso y cuatro hombres más, habían ido en su auxilio.
La sangre se encontraba esparcida por toda su ropa, sin tener idea de a quién pertenecía. Quizá a él, quizá no. Apenas lograba sostenerse debido a las contusiones que se esparcían por cada parte de su cuerpo.
Me miró, y los demás se retiraron como si les hubiese dado una orden telepática.
─¡Jos! ─exclamé desesperada, exigiendo una explicación.
─¿Qué quieres que te diga? ¿Que me estampé contra un árbol?
─No dudo que el árbol sea más inteligente que tú ─gruñí.
Él estaba enojado conmigo, pero no podía estarlo más que yo.
─Necesito que, ahora mas que nunca, no salgas de aquí ─ordenó.
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Eres Mía
Teen FictionLa vida que Sky tenía no está más, pues aquel que la había reclamado como suya desde que la conoció, no había quitado el dedo del renglón.