9. Nochebuena.

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Era una tormentosa y exageradamente congelada mañana de víspera de Navidad

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Era una tormentosa y exageradamente congelada mañana de víspera de Navidad. Mamá y yo decidimos prender la chimenea y cobijarnos a un costado de ella, en compañía de un delicioso chocolate caliente con pequeños malvaviscos flotando en la superficie.

─Tu regalo te encantará ─dijo mamá de repente.

Me giré hacia ella completamente confundida, una sonrisa se escapó de mis labios.

─¿Me compraste un obsequio?

─Por supuesto, Cariño. Es navidad, y es lo menos que puedo darte.

Últimamente, la relación con mamá había mejorado. Por poco olvidaba la cruel forma en que engañó a papá y que, por su culpa, mi tan amada familia había llegado a su fin.

Quizá era hora de olvidar lo sucedido y avanzar.

─¿Quieres jugar algún juego de mesa? ─cuestioné, intentando pasar un tiempo de calidad a su lado.

─Me parece una excelente idea ─respondió ella, pero fue justo en ese momento cuando unos fuertes golpes en la puerta nos hicieron exaltar─. ¿Están tocando?

Fruncí el ceño y mi corazón comenzó a latir con mayor velocidad. Nadie sabía que estaba en Barrow estas vacaciones, y nadie debía averiguarlo.

─Puedes abrir, mamá─solté─. Pero recuerda que, cualquier cosa, no estoy aquí.

Mamá obedeció, sin embargo, no acató toda la orden.

─¡Mi niña! ¡Mira lo que me encontré! ─exclamó con gran felicidad, mientras a su lado, aparecía nada más y nada menos que, Jos.

Suspiré levemente y le miré con seriedad.

─Feliz día de nochebuena ─dijo él, mostrando una sonrisa apenas legible.

─Esa felicitación no existe ─respondí con amargura.

─Cariño, ¿lo recuerdas? Es Jos, el chico que solía atender esa tienda que tanto amabas y un gran...

─Lo sé, mamá. He tenido el...─le miré con desagrado─ gusto de verle en varias ocasiones ─dije forzado mientras me desenvolvía de las cobijas─. Iré a mi habitación para dormir un rato.

─¿Recién llego y ya te vas? ─preguntó el desquiciado.

─Al parecer. ─Sonreí.

─Sky, cielo... por favor ─rogó mamá.

¿Cómo es que había pasado del rencor hacia el acatamiento de órdenes con mamá? Tomamos asiento en el comedor y una platica dio inicio, aunque en realidad, ellos eran los que hablaban. Yo no había mencionado palabra alguna, pero eso no limitó al chico de cabello negro y ojos claros para hacer reír a mi madre. Era como si se conocieran realmente y fuesen amigos de todo una vida.

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora