19. La cabaña.

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Desperté

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Desperté.

Incluso después de haber dormido casi 12 bárbaras horas, mis párpados parecían pesar más que el mismísimo Titanic. Bufé ante ello, y aún con los ojos cerrados, me senté sobre la cómoda cama y coloqué mis pies dentro de las acolchonadas pantuflas.

Un momento...

Fue ahí cuando recapacité un par de puntos:

1)Yo no usaba pantuflas.
2)Mi cama no era tan cómoda.
3)Ya no tenía cama; la habían atacado.

Mis ojos se abrieron bruscamente, y la habitación poco conocida para mí deleito mis pupilas.

Por un momento, pensé que todo había sido un horripilante sueño.

─¿Dónde está? ─gruñí justo antes de que las pocas horas que gozábamos de sol, se acabaran.

Me había encontrado por primera vez con Alonso.

─¿Cómo va tu primer día en la cabaña? ─preguntó con una radiante sonrisa.

─Yo te pregunté algo primero, y exijo que me respondas ─solté con autoridad.

Habían pasado mil horas y ese bastardo no se había aparecido siquiera para preguntar la hora. Prácticamente me había secuestrado, ¿y ahora fingía que no existía? Mi rabia era inmensa.

Alonso soltó una linda sonrisa, su nivel de paciencia era el de un Dios.

─ No sé en donde está, Sky. Pero me encargó que viera por ti.

─ Eres la primera persona con la que me encuentro en todo el día ─respondí molesta.

─Eso no es verdad ─dijo él con profunda seriedad.

Torcí el gesto y suspiré.

─ Bien, sí he visto a muchos perros... digo, hombres ─corregí con cierto bochorno y mis ojos muy abiertos.

Había metido la pata.

Él se dedicó a sonreír divertido.

─Tú y Jos son los únicos a los que en realidad conozco aquí, y con ninguno me había topado ─argumenté mi mentira piadosa de antes.

─¿Quieres cenar?

Llené mis pulmones de aire y asentí sin más.

─¿Qué sucederá con mi familia? ¿Con mis amigos? La escuela, mis notas...

─Tu única familia es tu madre, y considerando que tanto ella como tus amigos estuvieron tres años sin ti, supongo que no les pesará tanto esperar un poco más.

Apreté mi mandíbula y sentí cómo un leve gruñido salía de mí.

─ No me hagas odiarte ─musité.

─Sé que debes estar preocupada, y con muchísimas dudas; pero te aseguro que no tienes que preocuparte por nada. Todos ellos estarán bien.

─¿Y yo?

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora