33. Achares

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¡Por fin! Después de un largo día de espera, la camioneta afuera anunció que Jos se había dignado a aparecer después de tantas horas

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¡Por fin! Después de un largo día de espera, la camioneta afuera anunció que Jos se había dignado a aparecer después de tantas horas.

Si mi yo de ahora regresara en el tiempo a tan sólo unos meses atrás, mi yo del pasado la hubiese quemado por decirle que llegaría un punto en el que añoraría el regreso de Jos a casa.

Me sentía patética, pero cuando alguien caía, no había marcha atrás; y yo era un soldado caído, pisoteada y bien muerta.

Bajé a paso veloz con una enorme sonrisa en el rostro, un majestuoso gesto de felicidad que desapareció al estar a punto de pronunciar su nombre, pues a su lado, una extravagante mujer le sujetaba el brazo. Con ropas deportivas de marcas costosas, manicura preciosa, maquillaje impecable que realzaba el color miel de sus ojos, y un largo cabello lacio y oscuro que caía hasta su diminuta y envidiable cintura.

Retrocedí, hasta que mi cuerpo se topó con el del pelirrojo.

─¿Sky?

─¡Sh! ─exclamé tapando su boca rápidamente─ ¡Cállate! ─susurré─. Yo nunca estuve aquí.

Fueron mis últimas palabras antes de regresar rápidamente a mi habitación, dejando a Alonso con el ceño fruncido y lleno de confusión.

Cerré la puerta detrás de mí y coloqué el seguro, sólo por si las dudas. Recostada sobre ella, mi cuerpo lentamente fue bajando hasta permitirme quedar sentada en el suelo; con la mirada perdida y sintiendo un fuerte pinchazo en el corazón, me mantuve así por largos minutos.

* * *

Llegó la media noche y con ello decidí acabar con mi absurdo pesar, pues yo dejé claro que no quería ser nadie para él, y que estuviera con otra chica no era de mi incumbencia, mucho menos si no conocía la historia de trasfondo.

Bajé hacia la cocina dispuesta a conseguir algunos deliciosos aperitivos, pero mi cabeza divagaba para atormentarme, pensando en que él jamás en todo el tiempo que yo había permanecido ahí, trajo a ninguna mujer, a excepción de las dos para el servicio. Mucho menos a un Dios tan empoderada como ella lo parecía.

Mi destino apareció, pero mi mala suerte me hizo una jugada, y es que esa misma Diosa, se encontraba ahí. Mirarla tan de cerca hizo que mi autoestima llegara al infierno. Era quizá la mujer más guapa y elegante que había conocido en mi vida... y repito, ella usaba ropa deportiva.

─Oh, buenas noches ─dijo al verme─. ¿Me podrías ayudar a encontrar la leche de almendras? Y si no es mucha molestia, quisiera cenar un sándwich con mayonesa remolacha y tofu marinado. Gracias, bella ─soltó, aventando un beso con ambas manos y saliendo alegremente de la cocina.

¿Cenar a media noche? ¿Leche de almendras? ¿Tofu?

¿Quién creyó que yo era?

Anonadada, tomé mecánicamente un paquete de galletas con chispas de chocolate y el galón de leche de vaca, para llevarlo hasta mi habitación y degustar hasta caer rendida.

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora