35. Venganza.

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Mi cuerpo se sentía cansado, pues no había logrado conciliar el sueño desde que todos salieron de la cabaña, pero aunque quisiera, mi mente sólo necesitaba una cosa para poder descansar

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Mi cuerpo se sentía cansado, pues no había logrado conciliar el sueño desde que todos salieron de la cabaña, pero aunque quisiera, mi mente sólo necesitaba una cosa para poder descansar... verlos de regreso.

─El sol se ha ocultado de nuevo ─dijo Maia con una ligera pizca de preocupación.

─No puedo creer que esto esté sucediendo ─solté al borde de la desesperación.

─Jos no responde el teléfono, tengo tres horas intentando localizarlo.

─¿Crees que les haya pasado algo? ─cuestioné temerosa.

Y fue increíble cómo es que mi respuesta apareció justo a tiempo. Escuchamos que las camionetas llegaban a gran velocidad. Rápidamente, pude verlos entrar en grupos desde lo alto del segundo piso, pero me enfoqué en buscar aquel singular hombre.

Por fin lo identifiqué, siendo de los últimos en entrar. Sentí alivio y cómo una sonrisa aparecía de oreja a oreja en mi rostro. Corrí hasta él y lo sostuve entre mis brazos, sintiendo cómo él me correspondía mientras entrelazaba sus dedos en mi cabello y depositaba un cálido beso sobre mi frente.

─Ya saben qué hacer ─dijo Jos, aún conmigo entre sus brazos.

Me separé de golpe, mirándolo inquieta.

─¿Qué sucede?

Observando a mi alrededor con detalle, me pude percatar de que el número de hombres que entró a la cabaña, no fue el mismo que regresó.

Sentí un gran pinchazo en mi estómago.

Él sostuvo mi rostro entre sus manos y, mirándome a los ojos, dijo:

─No hemos terminado, Sky. Necesito que vayas con Maia a la habitación de los cuadros.

─¿Qué? ─solté desconcertada─ ¡No! ¿Qué sucede?

Él me dio un fuerte apretón de manos y me guió hasta Maia.

─Vayan a esconderse—ordenó—. ¡Alonso! ─exclamó mientras se alejaba.

No podía obedecerle aún, necesitaba una explicación, necesitaba decirle que confiaba en él y que todo estaría bien.

Lo perseguí hasta alcanzar su paso.

─Jos...

Él no respondió, hablaba con Alonso mientras caminaban con velocidad.

─¡Jos! ─exclamé.

─Necesito que hagas lo que te dije, Sky ─gruñó sin detenerse.

─No lo haré, al menos no hasta que me digan qué sucede... ─Miré a Alonso, quien sostenía su vista contra la mía─ ¿Alonso?... ─Pero no obtuve respuesta alguna─ ¡Respondan!

Llegamos al despacho, ellos no paraban de hablar sobre un plan, y yo no paraba de ser ignorada al preguntar qué estaba sucediendo; fue ahí cuando sobre el escritorio de Jos logré ver una nota... la nota.

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora