Prólogo

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Parte 1

 El olor nauseabundo me descompone, las imágenes son horripilantes, los perros vagabundos y las aves de rapiña son los nuevos amos de las ciudades. No hay ningún ser humano a la vista, doblo en la siguiente esquina y busco la salida al campo.

 

Hace menos de un mes se conoció la enfermedad, una variante del HIV de contagio acelerado se declaró en la India. El mundo se transformó en un manicomio, la medicina intentó librar una estéril batalla contra el nuevo flagelo, una semana después más de un tercio de la humanidad había contraído “la enfermedad del aire”.

Al principio atacaba los pulmones asfixiando a su huésped,  se transmitía por el aire, los médicos no habían conseguido aislar al virus cuando las radios y televisiones de todo el mundo callaron. Todavía no entiendo por qué yo no he muerto.  Ojalá hubiera un médico que me pudiera estudiar, con gusto hubiera donado mi cuerpo para salvar la humanidad, pero ya todo es en vano.

 

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