- Indio ladra. - dice Cecilia somnolienta.
- Debe de ser algún animalito, seguí durmiendo.
- Ahora relincha la yegua...
Cecilia es el ser más insistente de los que he conocido, me levanto protestando y salgo a la galería.
Casi me desmayo. Un viejo carro tirado por un escuálido caballo. A bordo dos mujeres me miran emocionadas.
- Vimos la luz en la noche. Ya habíamos perdido las esperanzas.
Aparece Cecilia y juntos las ayudamos a bajar.
Teresa e Inés están agotadas deshidratadas y mal alimentadas. Nos abrazamos, Teresa protectoramente sostiene a Inés, las ayudamos a entrar a la casa y las acostamos en la vieja habitación de Cecilia.
Ella las ayuda a quitarse los andrajos que llevan de ropa y a bañarse. Voy a la cocina y preparo sopa caliente, mientras se cocina, bajo sus pertenencias del carro. Me llama la atención que posean tres valijas. Suelto al caballo y lo llevo al corral de Niebla. Llevo las valijas al pasillo y busco la sopa que ya está lista. Golpeo la puerta del cuarto y Cecilia me atiende con lágrimas en los ojos:
- No sé como han sobrevivido, me alcanzaron a contar que una compañera que venía con ellas murió hace dos semanas. Luego recibe los platos de sopa que llevo en la bandeja y cierra la puerta tras ella.
Una hora después, sale de la pieza.
- Ya están durmiendo. Mañana hablaremos.
Por la mañana Cecilia me pregunta si lo de anoche fue un sueño. Le confirmo que no mostrándole las valijas todavía en el pasillo. Cecilia entra a la pieza y verifica que las mujeres estén bien.
Al mediodía entramos con alimento, y luego de sacudirlas suavemente logramos que se despierten.
Se alimentan con cierta dificultad pero, todo indica que lo peor ya ha pasado.
- Venimos desde Córdoba Argentina.
Doy un salto
- Yo también vengo de Córdoba.
- Claro, - me dice Teresa con una sonrisa, - y te gusta escribir en las paredes del Arzobispado.
Ya había olvidado mi mensaje, sonrío al pensar que al menos sirvió para algo.
Teresa e Inés se alternan en el relato, de vez en cuando se detienen para preguntarnos a nosotros algo sobre nuestra historia.
A la tarde el cansancio las vence nuevamente. Insisto en que se alimenten antes de dormir pero el sueño puede más.
Amanece nuevamente pero, al pasar frente a su pieza escucho la ducha.
Cecilia me recibe en la cocina y me dice radiante
- Ya están recuperadas.
Media hora después se reúnen con nosotros en la cocina.
Teresa insiste en preparase su desayuno.
Al finalizar nos dice:
- No queremos ser una carga para Uds. Sabemos trabajar, con un poco de ayuda nos asentaremos en las proximidades. Comienzo a protestar cuando Cecilia me interrumpe y declara:
- Ya pensaremos en eso con tiempo. Tómense un par de semanas para analizarlo. Aquí serán siempre bienvenidas.
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El Ultimo
PertualanganEl olor nauseabundo me descompone, las imágenes son horripilantes, los perros vagabundos y las aves de rapiña son los nuevos amos de las ciudades.