Capítulo 18 Más compañia

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- Indio ladra. - dice Cecilia somnolienta.

- Debe de ser algún animalito, seguí durmiendo.

- Ahora relincha la yegua...

Cecilia es el ser más insistente de los que he conocido, me levanto protestando y salgo a la galería.

Casi me desmayo. Un viejo carro tirado por un escuálido caballo. A bordo dos mujeres me miran emocionadas.

- Vimos la luz en la noche. Ya habíamos perdido las esperanzas.

Aparece Cecilia y juntos las ayudamos a bajar.

Teresa e Inés están agotadas deshidratadas y mal alimentadas. Nos abrazamos, Teresa protectoramente sostiene a Inés, las ayudamos a entrar a la casa y las acostamos en la vieja habitación de Cecilia.

Ella las ayuda a quitarse los andrajos que llevan de ropa y a bañarse. Voy a la cocina y preparo sopa caliente, mientras se cocina, bajo sus pertenencias del carro. Me llama la atención que posean tres valijas. Suelto al caballo y lo llevo al corral de Niebla. Llevo las valijas al pasillo y busco la sopa que ya está lista. Golpeo la puerta del cuarto y Cecilia me atiende con lágrimas en los ojos:

- No sé como han sobrevivido, me alcanzaron a contar que una compañera que venía con ellas murió hace dos semanas. Luego recibe los platos de sopa que llevo en la bandeja y cierra la puerta tras ella.

Una hora después, sale de la pieza.

- Ya están durmiendo. Mañana hablaremos.

Por la mañana Cecilia me pregunta si lo de anoche fue un sueño. Le confirmo que no mostrándole las valijas todavía en el pasillo. Cecilia entra a la pieza y verifica que las mujeres estén bien.

Al mediodía entramos con alimento, y luego de sacudirlas suavemente logramos que se despierten.

Se alimentan con cierta dificultad pero, todo indica que lo peor ya ha pasado.

- Venimos desde Córdoba Argentina.

Doy un salto

- Yo también vengo de Córdoba.

- Claro, - me dice Teresa con una sonrisa, - y te gusta escribir en las paredes del Arzobispado.

Ya había olvidado mi mensaje, sonrío al pensar que al menos sirvió para algo.

Teresa e Inés se alternan en el relato, de vez en cuando se detienen para preguntarnos a nosotros algo sobre nuestra historia.

A la tarde el cansancio las vence nuevamente. Insisto en que se alimenten antes de dormir pero el sueño puede más.

Amanece nuevamente pero, al pasar frente a su pieza escucho la ducha.

Cecilia me recibe en la cocina y me dice radiante

- Ya están recuperadas.

Media hora después se reúnen con nosotros en la cocina.

Teresa insiste en preparase su desayuno.

Al finalizar nos dice:

- No queremos ser una carga para Uds. Sabemos trabajar, con un poco de ayuda nos asentaremos en las proximidades. Comienzo a protestar cuando Cecilia me interrumpe y declara:

- Ya pensaremos en eso con tiempo. Tómense un par de semanas para analizarlo. Aquí serán siempre bienvenidas.

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