Capítulo 12 Esperanza

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Inés y Daniela duermen atrás en nuestro carro tirado por un viejo caballo. Hace un mes que partimos de nuestro convento. Hemos dejado notas de posibles lugares a donde dirigirnos.

Tres días después de partir del convento llegamos a Córdoba.

El fuerte olor nauseabundo nos descompone. La puerta de una casa bate al son del viento, la sensación de abandono y locura es total. A medida que avanzamos al centro de la ciudad nos convencemos de que estamos totalmente solas.

Al llegar al arzobispado Inés grita sorprendida.

- ¡Lean!,  ¡No somos las únicas!

Escrito en la pared se lee “He sobrevivido la peste, me dirijo a Brasil en las proximidades de Florianópolis”.

Las lágrimas inundan mis ojos.

Soy conciente de que no podremos sobrevivir en la ciudad. Pasamos la noche en las afueras, nuestro caballo pasta placidamente en la banquina de la ruta.  

Sabemos sobrevivir en el campo, en nuestro viaje paramos al lado de huertas y nos proveemos de verduras y frutas, que cocinamos con leña y maderas que obtenemos a la vera del camino.

Con la ayuda de un mapa hemos puesto rumbo a Florianópolis. Llevamos más de un mes viajando, hoy continuamos atravesando el Uruguay y mañana llegaremos a la frontera con Brasil.

Estoy preocupada, Daniela esta muy enferma.

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