Capítulo 10 Un viaje a la vida.

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No pude precisarle a Cecilia cuándo llegaré a Montevideo solo le pedí que me buscara todos los días a partir del 4to día, al mediodía en el Puerto del Buceo, son mas de 1200 Km. y no creo que pueda hacer más de 300 Km. por día.

Cecilia me ha rogado que no me demore, dice que tiene miedo pero no me quiere explicar porqué. Los días transcurren en cámara lenta, ahora tengo una responsabilidad inmensa puedo ser el único hombre sobreviviente en el planeta y ella quizás la única mujer; no puedo fallar, viajo siempre a la vista de la costa y por las noches fondeo en algún lugar que me proporcione refugio.

 Poco antes de llegar frente a la frontera entre Brasil y Uruguay caigo en la peor encalmada que recuerdo, no sopla ni una gota de viento. Las velas de “el Arca” caen a plomo, las horas transcurren interminablemente. Al día siguiente todo sigue igual, Indio esta echado en la puerta de la cabina y me observa con curiosidad… pasa el día y no he avanzado nada, a la noche miro al horizonte, espero algún signo que me indique que mañana tendré viento.

Amanece  con una suave brisa del sur, avanzo en ceñida lentamente todo el día, llevo seis días y sólo pienso en la desesperación de Cecilia.

Finalmente al caer del séptimo día consigo entrar en el Río de la Plata, la corriente frena mi avance. A la noche fondeo en Piriápolis, cercano a Punta del Este. La ansiedad me impide dormir, Indio lame mi mano tratando de serenarme.

Entro al Puerto del Buceo, son las 4 de la tarde y no se ven señales de vida. Habrá que esperar a mañana,  fondeo en el medio de la rada, han pasado ocho días desde que salí de Tijucas.

Amanece en Montevideo, la ciudad se ve extraña, bajamos a puerto amarrando nuestro barco al muelle.

Pasa la mañana y el mediodía y no hay señales de ella.

Empieza a caer la tarde y comienzo a pensar lo peor. De pronto Indio empieza a ladrar. Es ella, viene montada en bicicleta haciendo sonar ridículamente el timbrecito, pero observo que la persiguen de cerca un par de perros salvajes, busco un remo en un bote cercano y salgo a su encuentro, Indio se me adelanta. Cecilia cae de su bicicleta, pero Indio ya ha llegado y se enfrenta al perro más grande, Indio solo tiene seis meses pero su coraje y fiereza me impresionan. Alcanzo de una patada al otro perro que intenta sumarse a la pelea, siento que Indio gime de dolor, golpeo con fuerza en el lomo al perro mayor que, inmediatamente suelta al mío y sale huyendo, el menor decide no enfrentarnos y huye detrás de su compañero. Cecilia tendrá que esperar, mi Indio sangra por su pierna delantera, lo reviso con cuidado y veo con alivio que no hay hemorragia ni fractura. Cecilia se nos acerca, la abrazo, está temblando, le propongo que vayamos al barco a recobrar el aliento.

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