Capítulo 11 Un paseo por el Mediterráneo

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Ascendemos los acantilados por una vieja escalinata, Gianluca nos guía por un camino, cruzamos un puente sobre la desembocadura de un río y unos metros más adelante llegamos a las viviendas de la comunidad. Curiosamente la entrada todavía tiene los carteles originales de las calles "Via Cassano" y "Via Madonna di Roselle". Gianluca explica en un pausado italiano, que en una época, antes de la peste, esta era una granja urbana, un grupo de casitas rodea los sembrados y las chacras. Noto que ellos, al igual que nosotros tienen vacas y gallinas, en cambio no veo perros. La comunidad la componen Gianluca y su mujer, una sobreviviente española muy simpática llamada María, otro matrimonio de alemanes Frank y Helga, que junto a su hijo mayor de diecisiete años Edwin, curiosamente sobrevivieron juntos en la ciudad de Hamburgo, un solitario anciano francés llamado Pierre, dos primos españoles que provienen de un poblado de Galicia, y son excelentes pescadores y marineros, y una mujer mayor de origen suizo, que según me comenta Gian, cuida del francés con la devoción de una hija; a éstos se suman cinco jóvenes nacidos en Sorrento.

Luego de las presentaciones nos sentamos todos en una mesa bajo la sombra de una parra. María ha preparado un abundante desayuno consistente en queso, uvas, pescado, y huevos duros. Las miradas se concentran en nuestro piloto del avión, a pesar que les he adelantado las recientes noticias, todos quieren escucharlas de boca de Arthur.

Arthur comienza lentamente a contar la historia, yo ya la conozco, aprovecho para observar a estos hombres y mujeres, que, al igual que nosotros, ganaron el premio mayor de la lotería de la vida, ser los únicos sobrevivientes entre cientos de miles de millones de habitantes del planeta. Mientras los observo, noto con curiosidad que Edwin, el hijo mayor de los alemanes no quita los ojos de mi hija. Catalina, en cambio, coquetea fingiendo desinterés. Sonrío mirándola, evidentemente, hay ciertas formas de comportamiento en las mujeres que vienen adquiridas genéticamente.

Al mediodía ya con la historia agotada las mujeres sirven el almuerzo y la conversación se suspende. Luego de almorzar Gian me invita a caminar.

- Y, ¿qué piensas de todo esto Diego?.

- Que luego de dieciseis años todavía me parece un sueño. Por las noches sueño en la vida que llevaba, en la universidad, mi ciudad, mis amigos... El condicionamiento social nos obligaba a elaborar nuestro futuro en torno a estudios, carreras, profesiones, oficios. Nunca pensé que me enfrentaría a semejante tragedia, nadie está preparado para sobrevivir en este entorno. Y luego, cuando estoy todavía asimilando esta hecatombe, me entero de que fue elaborada por un demente depresivo.

- Es verdad, parece una pesadilla, pero, ¿nunca pensaste que la humanidad iba camino a su propio exterminio?

- Sí, muchas veces lo pensé, el crecimiento desmedido de la población, el agotamiento de los recursos, el agua potable, los alimentos, la energía, la contaminación, la droga, los enfrentamientos raciales, políticos y religiosos, las guerras, los atentados, las invasiones con fines ocultos, los asesinatos, secuestros y violaciones. Todo parecía confluir en un solo destino, un destino que nadie quería ver. Todos esperábamos un milagro, alguien tenía que venir a arreglar esto.

- Bueno, parece que el tal Roger, resolvió el dilema. Al menos el planeta está mejor.

Miro a Gianluca extrañado.

-Gian, ¿qué dices?

- Diego, ¿nunca pensaste que formamos parte de un gran organismo?. Que el planeta es un ser vivo, y que nosotros en nuestro individualismo estábamos destruyendo justamente aquello que nos sostenía.

- Bueno... sí..

- Míralo así, sabes que soy médico, por lo tanto trataré de darte un ejemplo de lo que más sé. Las bacterias viven en nuestro organismo, algunas inclusive nos ayudan, pero ¿qué ocurre cuando las bacterias se multiplican sin control?

- ¿El organismo enferma?, ¿muere?

- En efecto, a menos que se combata a la bacteria eliminándola. El hecho de que nosotros, bacterias de la tierra, ciegos a la verdad de que a ella le debemos la vida, estuviéramos enfermándola mortalmente y luego termináramos casi desapareciendo, por causa de un virus, ¿no tiene cierto sentido de justicia?

- Gian, creo que estás loco, pero sí, efectivamente, lo que dices tiene sentido. Los tukanos razonan como tu.

- Piénsalo, Diego. A pesar de todo, Roger hizo lo que la tierra necesitaba y la humanidad con toda su inteligencia y todo el tiempo no supo corregir.

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