Capítulo 4 Éxodo a la tierra prometida

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Llevo tres días de viaje, viajo lentamente por rutas desoladas, los vehículos y camiones detenidos en la banquina me generan desasosiego, cada tanto un grupo de coches colisionados obstaculiza la ruta obligándome a rodearlos. Voy por carreteras brasileras rumbo a la isla de Florianópolis. Busco agua dulce en abundancia, alimentos, clima benévolo y proximidad al mar. El combustible en ruta todavía no es un problema, me detengo al lado de autos abandonados, les extraigo la nafta de sus tanques y prosigo la marcha. Me he convertido en un carroñero.

A medida que pasan los días las ciudades y pueblos por los que paso presentan un estado de mayor abandono. En algunas de ellas la energía eléctrica ya se ha interrumpido, la basura se arremolina con el viento apilándose sobre los cadáveres parcialmente mutilados, jaurías de perros salvajes dominan la ciudades, las ratas también se han adueñado de las calles; en breve el alimento se acabará, pero para mí ese momento todavía no ha llegado. He pasado por varios arroyos, las lluvias recientes proporcionan agua fresca que luego de probar desconfiadamente guardo en bidones, Indio siempre se ofrece a probarla primero, me he encariñado muchísimo con este perrito, siento la responsabilidad de cuidarlo, creo que es lo único que me mantiene cuerdo.

Indio aprueba ladrando con felicidad. Probablemente no sea el paraíso pero tiene de todo. Hemos pasado quince días recorriendo toda la zona costera, anteayer tropezamos con esta casa, seguramente ha sido una casa de veraneo aunque está equipada con todas las comodidades. Según mi mapa la zona se llama Tijucas Ponta Norte y está a unos 50 kilómetros al norte de Florianópolis, cercana a un área rural donde hay riego por canales, granjas, y una pequeña área portuaria en la desembocadura del río con algunos veleros todavía fondeados; estos me traen recuerdos de mis practicas de náutica a vela en el lago San Roque en Córdoba. La casa está en un morro al norte de la bahía y sobre la desembocadura del río sobre el mar aunque bastante protegida de los vientos, un arroyo baja de unas sierras cercanas y a menos de trescientos metros un hermoso salto de agua forma una pequeña laguna de agua dulce, las frecuentes lluvias mantienen al estanque siempre lleno. Los propietarios la conectaron a la cisterna de la casa. Abrigo y agua potable solucionado.

La energía eléctrica en la zona está cortada, sólo el teléfono por algún motivo desconocido aún tiene tono. Con Indio viajamos en auto hasta Florianópolis y luego de muchas vueltas encontramos lo que necesitamos, paneles solares, baterías, un molino de viento para generación eléctrica, una UPS para generación de corriente alterna. Nos lleva más de un mes y muchos viajes instalar todo el equipamiento pero finalmente logramos hacer funcionar todos los artefactos de la casa. Es la única iluminación artificial hasta donde alcanza la vista, una lámpara instalada en la cumbre del morro intenta llamar la atención a algún posible sobreviviente. Energía eléctrica solucionada.

Ya hemos elegido nuestro velero.

Es un Bavaria 30 cruiser de unos diez metros de eslora equipado con gps y piloto automático. Lo hemos bautizado “el Arca”, todavía no hemos salido a probarlo pero compruebo su estado y lo veo en condiciones para cualquier tipo de travesía por la costa.

Ayer hemos incorporado a otro compañero en la familia, se llama Niebla.

Niebla es una yegua mora joven que encontramos pastando apaciblemente en una granja cercana a Tijucas. Estábamos buscando algunas verduras cuando la vimos, valiéndome de una zanahoria y calmándolo al mismo tiempo a Indio me aproximé a ella. Comió la zanahoria con indiferencia. Hace rato que pienso que la nafta tarde o temprano se nos acabará, evaporará o se desvirtuará, es hora de pensar en otros medios de transporte. Busco en los establos la montura y los arneses y luego de varios intentos la consigo ensillar y montar. Indio me mira ofendido, empleo la tarde en llevar a Niebla a su nueva morada, y volver a pie a buscar el vehículo. La granja también posee ovejas que pastan en los corrales, si los perros salvajes las perdonan, de hambre no nos vamos a morir. Adicionalmente en las proximidades de la casa hay frutales entre los cuales se destaca una higuera de más de veinte años que rebosa de higos. Alimento y transporte solucionado.

En mi modesto “checklist” sólo resta la compañía humana…

También, usando la línea telefónica que milagrosamente aún funciona, he instalado un modem y una pc que obtuve de una casa de computación en mis visitas a Florianópolis. Con sorpresa observo que algunos servicios de Internet, como mi correo electrónico, aún existen sólo que aparentemente soy el único usuario conectado en el mundo.        

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