Capítulo 8 Una luz de esperanza

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Desconozco cuánto tiempo mas tendré conexión de Internet. Sigo chequeando estérilmente mi correo, hasta que hoy algo sucede. La pantalla muestra que tengo un mensaje en la bandeja de entrada. Temblando abro el correo. El servidor lo reconoce como “spam” o correo basura, pero el mensaje dice, “Estoy viva, no es un mensaje automático por favor contestar a….”

Inmediatamente escribo:

“Mi nombre es Diego García, soy argentino pero estoy en Tijucas, estado de Santa Caterina en Brasil. Por favor contestar urgente.”

Quedo literalmente pegado a la pantalla, pasan casi seis horas hasta que otra vez entra un nuevo mail.

“Soy Cecilia Cesar, uruguaya, no puedo escribir de la emoción, vivo en Montevideo. ¿Cómo puedo encontrarme contigo?. Eres la primera persona viva que me responde”.

Me paso la noche sentado ante la computadora, Cecilia tiene dieciocho años y es una fanática de la informática, un amigo de ella se dedicaba a la poca honesta tarea de mandar “spams” y poseía una base de datos de correos gigantesca, de Argentina y Uruguay. No entiendo cómo ha logrado sobrevivir ni como accedió a mi correo pero la verdad es que nunca estuve más feliz. Me comprometo a buscarla, inmediatamente inicio los preparativos, al amanecer suelto a Niebla nuevamente en un corral con pastura de la granja, a mi regreso podré buscarla nuevamente; cargo el barco con agua potable y alimentos como para un mes de travesía. Indio salta a cubierta y empieza a ladrar. 

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