Capítulo 10 "Torna Sorrento"

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Arthur ya está en la cabina, con Catalina ascendemos al avión por una escalerilla al costado del fuselaje hasta el ala y desde allí a la cabina. El tamaño del avión es semejante a un cazabombardero. Arthur ha completado la transferencia de combustible temprano en la tarde, la autonomía de la nave es de unos sesenta mil kilómetros, suficiente como para hacer el viaje ida y vuelta tres veces. Nos acomodamos en los asientos, la nave permite hasta seis plazas, Arthur repasa los instrumentos, y volviéndose a nosotros nos pregunta.

- Todo listo?.

Cati eufórica le dice que sí levantando el pulgar. Yo no estoy tan convencido. Miro por la ventanilla a mi mujer que me saluda con la mano, intenta decirme algo, leo en sus labios un “te amo”, le contesto con un “yo también”.

        José al lado de Kaborí, saluda agitando sus brazos. Todos se han convocado para despedirnos. De pronto un temblor imperceptible agita la nave, un remolino de tierra se alza del suelo y unos segundos después observo desde el aire el anochecer sobre nuestras tierras.

Los propulsores giran suavemente cambiando su vector de empuje, en unos minutos estamos volando a mil ochocientos kilómetros por hora, y a una altura de diez mil metros la nave apenas vibró al superar la velocidad del sonido. A esta velocidad estaremos en Sorrento en menos de seis horas, teniendo en cuenta la diferencia horaria llegaremos justo para desayunar.

Arthur ha conectado el piloto automático a los pocos minutos de despegar, miro los instrumentos tratando de entender la función de cada uno. Catalina escucha atenta las explicaciones de Arthur. En menos de dos horas abandonamos el continente americano, a la altura de Natal, sobrevolamos por una hora y media el Atlántico hasta que ingresamos a África a la altura de Dakar. Otro par de horas después la costa italiana aparece en el horizonte, simultáneamente el amanecer dibuja una línea de claridad sobre el Mediterráneo. Durante la breve noche de viaje hemos sobrevolado decenas de ciudades otrora importantes, la diferencia es que ahora todo el planeta esta en la mas completa oscuridad. El gps nos indica que sobrevolamos Sorrento. La ciudad sobre los altos acantilados parece totalmente abandonada, buscamos la playa sobre la costa al noreste de la ciudad y la encontramos tal como nos indicara Gianluca. Una comitiva de cuatro personas nos saluda, Arthur maniobra apoyando suavemente el avión.

Unos minutos después abrazo emocionado a mi amigo Gianluca. 

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