Capítulo 2 Una huella en la arena

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-Vayan con cuidado, repórtense con el handie a cada rato. – nos advierte mi padre. Y mirándome a los ojos me dice:

- Cati, por favor, no hagas nada imprudente.

Papá nos despide con cara de preocupación. A su lado, Sombra, un cachorro de seis meses,  nieto de Indio y muy parecido a su abuelo, nos mueve alegremente la cola.

Me acompaña mi hermano José, Inés (la hija mayor de Teresa y Joao), mis mejores amigos, Nekú y Kumú (los hijos mayores mellizos de Kaborí) y Makú, el hijo mayor del hermano de Kaborí) nos aprestamos a un paseo en barco por la costa. El viaje lo hemos hecho innumerables veces con mamá y papá pero ésta es la primera vez que nos dejan ir solos. No quiero discutir hoy con José así que le cedo el timón y colaboro como tripulante con el manejo de las velas. Nos dirigimos a una playa cercana en la península de Bombinhas, llamada Tainha.

Recorremos la costa sur de la península evitando las rocas sumergidas y en menos de una hora fondeamos frente a la playa. Los muchachos se tiran al agua gritando como locos, con Inés cargamos la canasta con la comida sobre el bote inflable y llegamos a la costa. Al rato suena el Handie, es papá.

- Cati, ¿todo bien?.

- Si papá, todo en orden, ya estamos en la playa.

- ¿Y José como se porta?

- Bien, le miento, mientras observo a mi hermano trepado al tope de una palmera compitiendo con sus amigos mayores Makú, Nekú y Kumú.

- Bueno hija, disfrútenlo pero cuídense ¿Ok?

- Ok papá, cambio y fuera.

Luego de almorzar, los muchachos hacen carreras por la playa, con Inés caminamos hacia el oeste hasta el borde de la playa buscando caracoles y conchillas, de pronto veo a Inés que se detiene abruptamente y señalando adelante me dice.

- ¡Mira!

Unos metros mas adelante observo unas huellas en la arena. Es exactamente el tipo de señales que papá nos advirtió que le comunicáramos inmediatamente, no obstante la curiosidad me carcome. Veo a los muchachos correteando, están muy lejos para que me escuchen,  decido investigar. Un sendero prácticamente invisible bordea un pequeño arroyo internándose en la espesura. Inés me toma del brazo e insiste en que volvamos.

- Espérame aquí al borde de la playa, enseguida regreso.

- Catalina, no entres, o al menos avísale a tu padre.

- No tengas miedo Inés, ya vengo. Y sin esperar respuesta me interno en la selva.

El sendero asciende zigzagueando a la cumbre del morro. La adrenalina hace que mis sienes palpiten con fuerza, camino observando para todos lados, la selva es particularmente espesa en este lugar, de pronto veo entre las hojas un claro, empiezo a arrepentirme cuando una voz desconocida a mis espaldas me dice.

- ¡No avances mas!

El miedo me paraliza por una fracción de segundo, giro mis talones y alcanzo a ver una figura erguida con una extraña vestimenta detrás de un árbol, mi mente no necesita mas información, corro a toda velocidad sendero abajo, las ramas golpean mi cara brazos y piernas, grito como loca pidiendo ayuda; cuando empiezo a creer que me he perdido escucho a Inés gritar.

- ¡Cati, por aquí!.

Salgo a la playa mirando hacia atrás, Inés está aterrada, los muchachos se aproximan corriendo, mi cara debe asustarlos ya que todos obedecen cuando les grito.

- ¡Vamos, todos al barco!

Ya en cubierta, izamos velozmente las velas, levamos el ancla y ponemos proa a casa.

El Arca navega lentamente alejándose de la playa. Miro al morro pero no veo señales de vida, tomo el handie y llamo a papá.

- Papá, encontré a otro hombre.

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