- Cecilia, aclaremos algo por el bien de la convivencia.- le digo tratando de parecer firme.
- ¡Dulce es tu perra pero Indio es mío!.
Cecilia me ignora mientras enjabona otra vez a mi perro, que me mira pidiendo ayuda con infinita tristeza.
Refunfuñando vuelvo al equipo de radio, he conseguido hacerlo funcionar pero lo único que logro es estática, vuelvo al manual, reviso todo, estoy convencido de que el equipo anda pero claro, no lo sabré si nadie me responde y por supuesto nadie responde…
Aparece Cecilia, me da un beso cariñoso como si nada hubiera ocurrido y se sienta a mi lado en la computadora a jugar un solitario. Es todo un personaje, al rato termina y me dice:
- Vamos a la playa de picnic?
- Ok. - le respondo, la verdad es que estoy un poco frustrado con la radio, tenía esperanzas de que encontraría a alguien más vivo.
Armo el sulky y ayudo a cargar las viandas. Aprovecho y cargo la red que obtuve y reparé de una casa de pesca en Tijucas. Esta vez voy a impresionar a Cecilia, con Indio hemos estado practicando la pesca de costa, tal como leí que hacían los perros labradores en Península de Labrador.
Niebla está contenta, trota feliz hacia la playa, nuestros perros nos acompañan al lado del sulky.
Al llegar descargo todo en la playa, Indio está demostrando su personalidad revolcándose en la arena mientras desafiante mira a Cecilia que protesta
- ¡Recién bañado!
Me río a carcajadas, al fin alguien que consigue imponerse a esta mujer.
En secreto hemos estado practicando con mi perro la técnica de la pesca, ahora ha llegado el momento de lucirnos. Indio toma un extremo de la red y se adentra nadando unos cien metros en la plácida bahía. Le grito
– ¡Ya esta bien!
Indio ahora nada paralelo a la costa arrastrando la red que se desenrolla en el lugar por donde entró al mar, Dulce ladra permanentemente. Unos minutos después le ordeno que vuelva, Indio nada de vuelta a la costa, ha desarrollado un semicírculo y al llegar a la playa sostiene el extremo de la red en su boca. Pacientemente voy recogiendo la red por ambos extremos. En pocos minutos la red tiembla anticipando su contenido, un cardumen de veinte pececitos de unos quince centímetros de largo saltan atrapados juntos con un par de cangrejos. Miro a Cecilia y le digo.
-Comida fresca.
Cecilia aplaude y abraza a Indio que mueve la cola con alegría.
Un poco frustrado me siento a limpiar los peces, Cecilia en silencio se suma a la tarea.
- Ceci, ¿Que sentís por mí?
Luego de unos segundos de silencio contesta sin levantar la vista.
- Un gran aprecio, amistad, agradecimiento...
- ¿Nada más?
Cecilia calla incómoda, seguimos limpiando peces. Por el rabillo del ojo observo que unas lágrimas corren por su mejilla.
Cae la tarde y comienza la noche. El cielo está más estrellado que nunca, el “smog” y la contaminación han desaparecido, luego de ocho meses de la desaparición del hombre sobre la tierra. Gaia, Pachamama o simplemente Tierra, ese ser vivo que nos sostiene, está viviendo días de paz y recuperación.
Cecilia observa el cielo.
- Que es eso?
- Nada, no es una estrella, es un satélite artificial, seguramente una de las cosas que seguirán funcionando por muchos años más, lamentablemente la información que brinda ya no es de utilidad para nadie.
Juntamos las cosas y volvemos a la casa.
El pescado fresco parece más sabroso que nunca.
Cecilia se retira a su cuarto y yo me quedo un largo rato en la radio.
Ya estaba por irme a dormir cuando ella aparece luciendo un hermoso vestido celeste, el aroma de un fresco perfume se mezcla con el de su piel. Esta realmente preciosa, quedo absorto mirándola como un pavo.
Se dirige a mí y me pregunta.
- Diego, te amo, ¿Me aceptas como tu esposa?
Casi me desmayo, me siento un perfecto estúpido, no sé qué hacer, la beso en los labios diciendo al mismo tiempo “¡Si!”, la abrazo, la vuelvo a besar.
La miro a los ojos y le digo:
-Ceci, te elegiría entre todas las mujeres aunque nunca hubiera ocurrido lo que ocurrió.
Se queda pensando unos minutos en mi respuesta tratando de descifrar si es un elogio o no.
- ¡Cecilia, simplemente te amo!
Sonriendo me toma de la mano y me lleva a mi cuarto.
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El Ultimo
AventuraEl olor nauseabundo me descompone, las imágenes son horripilantes, los perros vagabundos y las aves de rapiña son los nuevos amos de las ciudades.