Capítulo 34 El día después

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Diego e Indio están convalecientes. A instancias de Diego, Kabori y sus hermanos descubren el barco todavía anclado en la bahía, verifican que no hay más ocupantes  y lo queman.

Las mujeres Tukanas y Teresa han hecho las primeras curaciones a ambos, la herida de Indio es superficial y los dos están fuera de peligro.

Por orden de Kaborí los cadáveres de los asaltantes han sido abandonados en la selva. Por la tarde Teresa Joao y Kaborí proceden con los entierros.

Cecilia ayuda a Diego e Indio a subir al carro, guía al mismo mientras Diego sostiene en sus brazos a Catalina.

Al llegar observan las fosas. Inés y el primo de Kaborí yacen uno al lado del otro; a sus pies, en una fosa menor los dos perros.

Todos los habitantes de la comunidad rodean las fosas en silencioso respeto.

Teresa de la mano de Joao sentencia:

- Esto no es culpa de Dios, esto somos nosotros.

Un monótono cántico Tukano se eleva al cielo.

En el firmamento aparecen las estrellas, un solitario satélite artificial brilla moviéndose de norte a sur.

- Vamos, - dice Diego. - En este mundo todavía queda mucho por hacer. 

Fin primera parte

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