Capítulo 16 | Desafíos y un reto con consecuencias

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El sonido de pasos se hizo más fuerte y cercano, acercándose en silencio a mí. Vi a mi alrededor y me puse de los nervios. Estaba sola, no había nadie a mis espaldas. Entré corriendo a uno de los salones y cerré la puerta con cuidado, me escondí en un hueco detrás de la puerta y no hice ruido. Si tan solo tuviera un bate...

La manija de la puerta giró y dio paso a un chico de sudadera gris y tejanos, con cabellos castaños sobresaliendo de su capucha. Miró a todos lados y suspiró, adentrándose más al salón mientras yo sujetaba un palo de madera que había en el piso con el pulso al mil. No, no te voltees. No me mires o... Sin pensarlo, lo golpeé con el palo en la espalda.

—¿Quién eres? —Lo apunté con el palo de madera. El chico soltó un quejido y se retorció en el piso, maldiciendo—. Te advierto que, si eres un delincuente, voy a darte muy duro con esta cosa.

Lydia, oficialmente eres una salvaje.

—¡Espera, espera! —Se dio la vuelta en el piso con las manos en alto y se sacó la capucha, mirándome como si fuera una demente—. ¿Lydia?

Dejé caer el palo al piso, boquiabierta.

—¿Sean?

Él soltó una risotada de los mil y un demonios al ver mis mejillas enrojecer. Oh, por favor. Jamás estuve tan feliz de verlo. Me reí entre dientes y lo ayudé a ponerse de pie a pesar de que lo único que quería era esconderme y no darle la cara nunca más.

—Y no soy un delincuente, por dios. —Me sonrió de oreja a oreja, rodeándome con sus brazos—. ¿Qué haces aquí? Ya todos se fueron.

—Tú qué haces aquí —reiteré.

—Tenía que terminar un trabajo por... Bueno, ya sabes. Indisciplina por culpa de Josh. Pero nos han dejado encerrados aquí.

—Vaya.

—Ven, vamos con el resto.

—¿Hay más?

—Si me hubiera quedado solo estaría muerto de miedo.

Entramos a un salón más grande que los demás, uno que no había visto en todo este tiempo. Había trabajos manuales esparcidos en una esquina, restos de cigarrillos acumulados en un pote y un círculo de chicos que reían entre ellos como si compartieran secretos. Sean se tumbó en el piso como todos los demás y empezó a charlar, pero yo me quedé de pie sin saber qué hacer.

Hasta que clavaron la vista en mí.

—¿Qué hace ella aquí? —espetó Kate. Ella lamentablemente formaba parte del grupito.

—Déjala tranquila.

—¿Tu novia, Vant? —preguntó un chico de cabellos rubios que me miraba como si me conociera de toda la vida.

Intercambié mi peso de un pie a otro, incómoda.

—Dime que esa no es tu novia. —Una morena me miró de pies a cabeza.

Sean puso los ojos en blanco.

—Ella es mi...

—¡No! —lo interrumpió un chico de cabello negro, dejando caer su mirada en mí—. Estás soltera, ¿cierto?

Me reí como estúpida y asentí.

—Sí, está soltera. —El chico me sonrió coqueto, pero Sean pinchó su sonrisa con una amenaza—. No, Josh. Lydia es mi amiga.

—Ya, yo también quiero ser su amigo. —Josh se acomodó su casaca, como si estuviera posando para una foto—. El tiempo dirá el resto, a que sí.

—Yo la vi primero. —El rubio frunció los labios, fastidiado—. ¿Por qué no metes tus ojos metiches en chicas en las que no me fijo, como Helen?

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora