Capítulo 32 | Nadie puede hacerte daño

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¿Por qué no lo admites de una vez? ¿Por qué no admites que estás loca y terriblemente enamorada de mí?

Creo que no hay palabras para la rabia que mostró en ese momento. La furia se instaló en sus ojos cafés, las venas dilatadas de sus brazos desnudos se hincharon cuando cerró los puños con fuerza a los lados de su cuerpo y su cuello se tornó rojizo. Lo conocía, sabía que estaba haciendo un esfuerzo por no partirle la cara justo ahora.

—Lo voy a matar —siseó enfurecido—. Voy a matar a ese imbécil de mierda, te juro que...

—Tyler —le interrumpí.

—¿Qué? —Se volvió bruscamente hacia mí.

—Fue un error —susurré.

—Claro que fue un error. Vant fue un error. Tú eres un error. Yo soy un error. Todos somos errores, pero algunos mejores que otros. ¿Que no lo entiendes?

—Lo que no entiendo es por qué no lo dejas estar, ya pasó.

—¿Qué? —espetó incrédulo.

—Lo último que quiero es problemas. Por favor.

—¿Qué se supone que dices cuando quieres que lo deje estar? ¿Por qué minimizas esto? —Tiró de su cabello, desesperado—. Si él te tocó a la fuerza, no puedes minimizar una mierda.

—¡Que lo olvides!

—¡No puedo hacer eso! —Estaba explotando de rabia—. Escucha, no voy a dejar que ese imbécil te vuelva a poner un solo dedo encima. Sé que no eres mi pertenencia ni la de nadie, que no eres un objeto y que eres libre de hacer lo que te venga en gana, pero lo veo respirar cerca de ti y lo mato.

—Tyler...

—Y me importa una mierda si no estás de acuerdo.

—Está bien, pero dime la verdad. —Él me miró a mitad de la rabia y la confusión—. ¿Qué es lo que pasó entre ustedes? ¿Por qué siempre me repetían que me alejara de él?

Se lo pensó un momento. Dudó, pero se rindió con un suspiro, pasando una mano por su alborotado cabello castaño.

—Tuve un malentendido con él. —Hizo una mueca—. Hace más de un año, Sean tenía una novia. Se llamaba Joe. Y yo... Yo me tiré a su novia.

Enarqué una ceja.

—¡Pero no es como lo piensas! —Se apresuró en añadir—. Yo no sabía que era su novia. Me la crucé en una fiesta, ni siquiera era de nuestra escuela, y nos quedamos hablando cerca de la barra hasta que en cierto punto nos mareamos y... —Hizo una pausa como quien dice «y pues follamos».

Él escrudiñó mi rostro con cuidado, pero no encontró nada a pesar de que me moría de celos.

—Eso quedó ahí, no pasó nada más. Me la volví a cruzar aquí en el instituto. Estaba discutiendo con Vant. Me pareció rarísimo porque no sabía qué se traían esos dos y sinceramente me importaba una mierda. Pero la escuché gritar. —Apartó la mirada y se pasó una mano por la frente, frustrado—. Si no hubiera volteado a tiempo, Vant... Vant tenía un problema con las drogas. Paraba colocado cuando le iba mal en las cosas y eso lo hacía violento, impulsivo y un celoso enfermizo, y lo sé porque éramos... —Por su cara, se notaba que lo que estaba a punto de decir no le gustaba nada—. Éramos personas que cruzaban una que otra palabra de vez en cuando.

Enarqué una ceja.

—Amigos.

—Conocidos —corrigió.

Puse los ojos en blanco.

—Le había ofrecido ayuda y estaba mejorando hasta que recayó ese mismo día, así que cuando se enteró que me había tirado a su novia se puso como loco. A ella la llamó de todo y por eso lloraba y cuando me vio se armó una pelea. Joder, le repetí que no sabía nada, pero no me creyó. —Torció los labios en una mueca—. Tenía una reputación, después de todo.

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora