Capítulo 19 | Somos unos muertos sexys

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Lydia Sullivan

—Entonces sí eres una zorra, ¿no? Ya me queda claro, Sullivan. ¡Al menos comparte con las demás!

Me quedé de piedra en mi sitio. Esto no me puede estar pasando, no hoy, no ahora, no en este momento, no con la presencia de dos personas que me iban a comer viva. Vamos, no.

—¿Y para mí no hay ni un poquito? —se burló un chico que estaba sentado cerca de mí.

Los demás murmuraban en voz baja, echándome miradas de reojo que por ratos se convertían en acusaciones e insultos. El calor se acumuló en mi rostro mientras ordenaba mis cosas dentro de mi mochila, lista para irme corriendo si podía, con las risas y los comentarios irónicos de los demás a mis espaldas. Pero por un momento me detuve y escuché con atención; los otros salones también hacían ruido, varios ya se habían parado en las puertas, todos con su celular en la mano, y se asomaban hacia el nuestro.

Eso quiere decir que... Mierda. La foto no era solo para este salón.

—¡Y se viene la segunda ronda! —gritó alguien dentro del salón, pero no alcancé a ver quién era porque ni siquiera tenía el valor para voltear. Tyler y Nick aún no decían nada, y eso era lo peor.

Entonces me armé de valor y volteé.

Mi hermano miraba la pantalla como si fuera una mala broma, presionaba su celular entre sus manos y tenía el rostro completamente rojo. Parecía que se estuviera tomando su tiempo para verificar si era yo la chica de la foto, y cuando lo comprendió, volvió a negar con la cabeza. Y Tyler... Tyler era una maraña de cabellos despeinados, tenues ojeras bajo los ojos desorbitados y unas duras facciones masculinas. Estaba tenso y enojado, se le podía notar con tan solo ver su perfil, hasta que de pronto levantó la cabeza y su mirada se cruzó con la mía.

Un nudo se formó en mi garganta. No pude ser capaz de continuar aquí. Era una mierda total de persona. Puse la mochila en mi hombro izquierdo y salí a toda prisa del aula, casi corriendo. Los pasillos se comenzaron a llenar de estudiantes cuando la campana sonó justo tres minutos después de escapar. Varios señalaban su propio celular para opinar al respecto mientras otros se disponían a mirarme sin descaro alguno.

Apresuré el paso, huyendo de la sofocante atención.

—¡Vamos! —Josh apareció detrás de mí, sujetó mi brazo con fuerza y me empujó por los pasillos.

—Pero ¿qué haces? —Fruncí el ceño cuando nos encerró en un salón vacío.

—Pues rescatarte. —Apoyó su espalda en la puerta, exhalando una profunda respiración para ralentizar su respiración. Tras una pausa, añadió—. Tuve que correr detrás de ti antes de que los enojones me atrapen.

—¿Por qué tendrían que atraparte?

—¿En serio? ¿Acaso no viste la posición en la que dormimos? Parecía que habíamos follado, Lydia. —Curvó las comisuras de sus labios en una mueca pícara—. Aunque no me molestaría en nada. No pensé que me veía tan sexy cuando duermo.

Puse los ojos en blanco, riendo.

—Eres increíble —ironicé.

—Y lo sabes. —Me guiñó un ojo—. Los dos cavernícolas que te cuidan se levantaron cuando te vieron salir corriendo y atraparon a Max. —Dejó de apretar la manija con fuerza—. Hubiese querido salvarlo, pero no iba a dejarte andar sola por los pasillos, ¿no? —Se apresuró a añadir cuando vio que elevé una ceja, sin creerle del todo—. También para salvarme a mí, por supuesto.

—¿Le están haciendo daño a Max?

—No lo creo. A menos que sean unos psicópatas que solo buscan la violencia en la mínima oportunidad. Max es un capo en defensa, descuida. —Abrió la puerta un poquito, asomó la cabeza para mirar a ambos lados por si había peligro, y luego se volvió hacia mí—. Debemos encontrar a Sean antes de que lo hagan trizas. No creo que sea una pelea justa uno contra dos, ¿no lo crees?

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora