Capítulo 11 | El club [Parte 2]

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Lydia Sullivan

Empezó a sonar Feel so close de fondo.

Tyler se acercó moviendo el cuerpo hacia los lados a un ritmo sensual, lento como si estuviera tanteando el terreno, con una sonrisita perversa. El condenado lo estaba disfrutando. No soltó mi mano. Al contrario, la usó para atraer mi cuerpo hacia el suyo al ritmo de la música.

Me resistí con el rostro caliente y le di un empujoncito.

—¡No voy a bailar contigo!

Él se mordió el labio inferior y tiró con más fuerza de mí hasta que mi pecho se estampó contra el suyo.

—Intenta no calentarte bailando —susurró con voz ronca en mi oído.

Joooodeeerr.

Sus manos se ciñeron a mi cintura, dominante. Empezó a mover los hombros, acercarse a mí por los lados con sensualidad masculina. Allí donde tocaba, mi cuerpo quemaba.

Nerviosa, no supe qué hacer con mis brazos. Traté de ponerlos en su pecho y en sus hombros, con la mente a mil, pensando si ahí debían ir o en otro lugar. Tyler se percató de ello y dejó de sostener mi cintura para enroscar mis brazos en su cuello, sonriendo divertido al sentir lo que su cercanía causaba en mí. Empecé a moverme al ritmo de la música. Al principio como una inexperta, pero cuando Tyler empezó a saltar entre risas y las luces del club parpadearon, mi confianza aumentó. Me reí al verlo tan alocado y empecé a saltar con él.

Si alguien me hubiera dicho que estaríamos saltando como un par de locos, habría escupido de la risa. Pero aquí estaba yo, saltando con un ebrio demente.

—I feel so close to you right now. It's a force feel. —Cantó acercándose lentamente a mí.

Su frente se apoyó en la mía y nuestras narices se rozaron sin dejar de balancearnos a los lados con sensualidad. Él aferró mis caderas y yo me mordí el labio inferior. Sus dedos acariciaron el contorno de mis brazos, bajando lentamente, subiendo, rozándome el cabello sin tocarme del todo. Nuestros alientos se mezclaron y el deseo se coló en sus ojos cafés cuando sonrió.

La música era tan adictiva y bailarla con él la volvía prohibida.

Nos agachamos levemente sin dejar de mirarnos. Balanceé las caderas de un lado a otro y él balanceó las suyas a mi ritmo. El ambiente se calentó, todo mi cuerpo quemó. Estábamos ahí, demasiado cerca para contenernos, pero demasiado lejos para nuestro bien.

En ese momento la canción terminó. Me recompuse con el rostro enrojecido y Tyler se echó a reír.

—Joder, creo que yo me puse caliente.

No es el único. Mi cuerpo quemaba. Todo en mí estaba a una temperatura fuera de lo común. Mi piel picó con un cosquilleo por debajo de mi ropa, ansiosa por sentir su contacto directo.

Puse un poco más de distancia entre ambos y me hice la loca.

—Así que te encanta la música —canturreó.

La música es la única que te puede hacer sentir miles de emociones en tan solo un acorde, una nota, una frase. No es suficiente escucharla o leer los subtítulos, hay que sentirla para entenderla y valorarla por el significado que trae oculto tras las palabras.

En vez de contestar, le pregunté.

—¿Oyes eso? —Señalé el ambiente, sin saber bien a qué me refería. Él asintió confundido—. Es la música de la vida. Y si tú no aprendes a sentirla, tampoco vas a vivirla.

Tyler analizó mis palabras, pensando en su pequeño cerebro de uva, hasta que una sonrisita juguetona se deslizó en sus labios.

—¿Oyes eso? —repitió mis palabras, con el mismo dejo de intelecto—. Son ebrios vomitando.

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora