Capítulo 34 | Alcohol y una cama

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Esa mañana, amanecí como la novia de Tyler Levin.

Solo que para el resto aún era Lydia, la que odiaba respirar cerca de él.

Les conté que terminé lo que sea que tenía con Sean. A Nick casi le da un paro cardiaco de la felicidad, Jack dejó la comida a mitad de su boca para escuchar el chisme atento —lo que es sorprendente, ya que nunca descuidaba su comida—, Gwen me miró con aprobación y Tyler me apretó el muslo bajo la mesa con una sonrisita caprichosa en los labios. Le aparté la mano de un manotazo y forcé una sonrisa, conversando con mi hermano.

Claro, que toda relación con Sean acabara fue motivo suficiente para que ellos planearan una fiesta en menos de un día y pronto media población confirmó su asistencia a una noche de fiesta.

Horas después terminamos en una tienda, discutiendo un tema de vida o muerte.

—Pero ¿tú de qué vas? —Le mostré una botella en sus narices—. ¡Este es esencial en una fiesta, por dios!

—Ni siquiera lo he tomado en la vida. —Jack me puso su botella en mis narices—. Este sí que es esencial en una fiesta, es el mejor que he probado.

—¿Qué estamos celebrando? Mi vida amorosa, ¿verdad? —contraataqué—. ¡Entonces hazme caso!

—¡¿Cuál vida amorosa?! —chilló Jack.

—No le digas sus verdades —musitó Gwen.

—¡Están locos de remate! —Nick señaló la botella que había puesto en una canastita verde—. El Smirnoff de manzana es mejor que esos dos. No pienso devolver esta preciosidad, así que devuelvan los suyos o los dejo empeñados.

—Tienen los peores gustos en alcohol. —Tyler nos miró burlón, apoyado en un estante, y sacó de detrás de su espalda una botella diferente a la nuestra—. ¡El Jagger es lo mejor! Por favor, no pueden comparar esas cositas feas con esto.

—¿Acaso tú nos quieres matar? —Se horrorizó Jack.

—Si tomamos eso, terminaremos volando —protestó Nick.

—Lydia con todo se va al espacio.

Le di una mala mirada a Jack, que reprimió una sonrisa.

—No es cosa mía que sean unas gallinas. —Tyler se encogió de hombros.

—Lydia no es una gallina, es una astronauta.

—¡Jack Adams! —chillé.

Él estalló en carcajadas. Tyler entrecerró los ojos, intercambiando una mirada entre ambos. Su celular comenzó a sonar por tercera vez con insistencia. Él miró el nombre en la pantalla y frunció los labios.

—Ya vuelvo —comunicó, alejándose de nosotros.

Lo vi perderse entre los estantes con la espalda tensa. Qué raro, ¿por qué no contestaba frente a todos? Fui tras él en silencio con la curiosidad matándome. ¿Qué ocultas, rompecorazones? Tyler estaba con una mano aferrada con fuerza a una repisa, de espaldas a mí. Tenía el celular en su oreja y su voz sonaba molesta.

—Deja de llamarme —espetó.

¿Qué? Me acerqué más, escondiéndome tras un estante.

—Me importa una mierda, solo no me llames más. —Hizo una pausa—. No, no me importa. No iré a tu casa... ¿Qué? Mira, vete a buscar a otro, no somos amigos.

Me tensé. ¿Con quién estaba hablando?

Tyler masculló una maldición y cortó la llamada. Se volvió, pero se detuvo en seco cuando me vio frente a él.

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora