Capítulo 28 | No sientes nada por él

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N/A: AHORA ESCUCHEN ANIMALS DE MAROON 5.

"Yeah, you can start over, you can run free, you can find other fish in the sea. You can pretend it's meant to be, but you can't stay away from me"

Caminé aburrida por el pasillo, chocando mi hombro con varios estudiantes que no me dejaban el paso libre. No tenía ni idea de qué haría durante las dos horas de servicio comunal o labor social, como demonios se llame, pues estaría atrapada con Sean y Tyler entre cuatro paredes. Sí, que suerte, justo a los dos.

Nick se acercó caminando, tomándose su tiempo en devolverle la mirada a un chico. Hasta que este le guiñó un ojo y Nick se apresuró en venir hacia mí.

—¿Qué pasó, hermanito? ¿Ahora también los chicos quieren una probadita de ti? —bromeé.

—No te burles. —Sonrió en cualquier dirección, simulando estar conversando sobre un tema interesante para desviar la atención del chico—. Mierda. No deja de verme. Ven por aquí.

Me llevó por otro pasillo hasta que se volvió hacia mí con los brazos cruzados. Me tensé. ¿Y si se había enterado que me enrollé con Tyler? Ay no, modo serio. Enarqué una ceja a la defensiva.

—¿Por qué me miras así?

—¿Es que nunca piensas obedecerme?

—Ni cuando era chiquita lo hacía. ¿Por qué lo haría ahora?

—Cierto. Ahora que lo recuerdo, rompiste mi muñeco de Spider-Man y papá nunca me volvió a comprar uno. Demonios, adoraba ese muñeco.

—Cállate. Tú le quitaste la cabeza a mi Barbie.

—Estaba jugando a la batalla y necesitaba una damisela en apuros —se defendió—. Lástima que murió.

—¡Ese fue un crimen contra mis muñecas!

—¡Lo que tú hiciste fue un crimen contra mis superhéroes! —contraatacó.

—Eso no fue mi culpa. Ya te dije que caí sentada en tu Spiderman.

—¿Y qué me dices cuando dejaste pelado a mi muñeco de trapo?

—Estaba jugando a la peluquería —me defendí.

—¿Y cuando mi celular se te cayó al lavabo?

—¡Era un celularsaurio!

Genial. Ahora ya tenía un nuevo término inventado.

—¿Un qué? ¿Acaso estás ofendiendo a mi difunto bebé?

—Un celular dinosaurio —le expliqué con lentitud—. O sea, un celular de la prehistoria, antiguo.

—Oh, sí lo has ofendido. Para tu información, lo compré con la propina que yo mismo ahorré —dijo con una sonrisa de suficiencia.

—¿Cuánto te costó? ¿Diez dólares? —me burlé.

—Estás siendo muy cruel.

—Así me quieres, hermanito.

—Ya, bueno. No he venido a hablar de nuestra desastrosa niñez.

—¿Entonces? —Me hice la confundida.

—Como decía, nunca piensas hacerme caso. Necesitamos hablar. De hermano a hermana. De madurez a inmadurez. De mayor a menor. De sensualidad a fealdad. De belleza a normalidad. De un tamalito rico a un tamalito enano. ¿Entiendes?

—Nick —le corté antes de que continúe hablando cualquier cosa—, ya estamos hablando.

—Cierto.

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora